Leer por placer

Lenin V. Paladines Paredes

Probablemente uno de los factores que inciden más en la falta de construcción de hábitos lectores en niños y adolescentes, sea el de tratar a la lectura como un proceso sistemático y obligatorio, reservado para entornos formales; o también como castigo cuando no se cumplen otras actividades.

Si es que se toma a la lectura desde ese punto de vista, tanto en la escuela como en el hogar, no se puede esperar que alguien desarrolle por su cuenta un correcto hábito lector, si la propia actividad es vista como algo restrictivo y sancionador.

La lectura debería considerarse como algo que se realiza por placer, como una manera diferente de aprender. Una estimulación adecuada, y la búsqueda de textos que se adecúen a la necesidad de la persona en cuestión, inoculan ese germen que, posteriormente, se convertirá en un hábito lector fuerte, donde la persona entienda la necesidad de leer por gusto propio, por aprender, por descubrir nuevos mundos, nuevos personajes y nuevas historias.

El error también pasa por utilizar textos que no solventen las necesidades reales en función de la edad de la persona.

Por tratar de ceñirse a planes o programas, y forzar a leer libros complejos, sin haber pasado previamente por un proceso que desarrolle la competencia lectora necesaria para lograr un entendimiento cabal del texto solicitado. Suponer que todo el mundo leerá y entenderá lo mismo sin haber trabajado en ese estímulo previo, seguramente causará una reacción adversa al proceso lector.

Hay que entender que también se puede leer por placer, leer fuera de la escuela, aparte de las programaciones obligatorias y del tedio de leer por leer. Hay que entender que la lectura puede ser una fuente inagotable de conocimiento y aprendizaje. Que hay más libros que los obligatorios. Que hay libros que se ajustan exactamente a lo que buscamos y a lo que queremos, solo tenemos que saber buscarlos. (O).

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