El nuevo encuentro

Posiblemente pocos piensen en la muerte del otro, la gran mayoría no lo hace o por lo menos no con consciencia. Aunque el hecho de que mucha gente está muriendo nos cause miedo, pero, es un temor superficial. Sabemos que la muerte puede llegar a nosotros, más en el fondo, creemos que la posibilidad está lejos.

Suele darse que se piense que “a todos les puede suceder menos a mí”. Y cuando se reflexiona en el tema, uno se repite, en mi caso, no, me estoy cuidando, solo salgo cuando inevitablemente es necesario.

Más, en tiempos de pandemia, cada vez son mayores los riesgos. Ciertamente las cifras de personas contagiadas por el virus crecen y las estadísticas dicen de los fallecidos; pero cuando se ve en los noticieros estas notas, es algo lejano, algo que no conmueve, aparece solo como un número, como un registro. Es una frase que el comunicador la lee rápido y pasa al siguiente tema. Y en aras de proteger la intimidad de los afectados, queda así, como una noticia, y se percibe como un problema del gobierno, de los hospitales, de los políticos y de los que se enfermaron; es decir, un problema ajeno.

Pero, si nos dijeran, que está enfermo un familiar, un amigo, un ser relacionado en nuestro entorno; y, que deseando vivir ha muerto el familiar, el amigo, el relacionado. Eso es distinto, porque nos concierne, nos involucra; entonces sí, nos importa.

Desde ahora, con pandemia o sin esta el peligro de muerte es incluyente, nos topa, pero la vida también y vivir se hace exigente. Por esto, es preciso pensar en un nuevo encuentro en la comunidad, con el prójimo, con el próximo. Es tiempo de romper barreras, a pesar del virus y el distanciamiento físico que ello implica; la cercanía desde los ámbitos humanitarios apremia.

Ahora, es problema de todos cosas como: que el vecino tiene hambre, (y no es la metáfora de hambre, sino real), hambre porque el estómago arde y reclama alimentos. Ahora es problema de todos que el compañero enfermó y es sostén de los suyos. Ahora a todos ataña que la familia de la señora vendedora de verduras, no tiene trabajo ni forma de sustento; o que hay niños huérfanos; y así sucesivamente.

Vamos a un nuevo encuentro si queremos sobrevivir, quizá ya no besaremos tanto, imitando a Judas, ni abracemos con disimulado recelo, pero sí, se dará un encuentro en lo más superior de la humanidad, porque seremos más comprensivos, más abiertos a entender las circunstancias del otro, más accesibles, más empáticos. Y esto no será solo en circunstancia de vida o muerte, sino en el vivir de todos los días.

Ese “nuevo encuentro en la vida común”, es el camino que nos salve, porque pensando en salvar al otro me salvo, porque solo ese tipo de encuentro permitirá que lo que enfrentemos, no nos venza.