La alternativa del teletrabajo

Santiago Armijos Valdivieso safaarva@gmail.com

El teletrabajo que hasta hace poco era una modalidad laboral cercana a la ciencia ficción, la cual dormía en el Código del Trabajo para utilidad de unos pocos, se ha convertido, desde la declaratoria de la emergencia sanitaria -11 de marzo de 2020, en una útil, innovadora y muy productiva forma de trabajo que ha permitido con éxito la operatividad de muchísimas entidades públicas y privadas, en medio de la fatídica pandemia que penosamente tiene de rodillas al Ecuador y al mundo.

Las actividades que se cumplen por teletrabajo son variadas, entre otras, las educativas, las comerciales, las financieras, las médicas, las jurídicas, las periodísticas, las contables, las societarias, las gubernamentales, etc. Incluso, lo está haciendo la legislativa, con el funcionamiento de la Asamblea Nacional, mediante reuniones virtuales. Vale destacar que, de no haber sido por el teletrabajo y la comunicación telemática, los efectos del COVID-19 habrían sido mucho más devastadores ya que todo se habría paralizado ante el terror y la impotencia ciudadana.
Revisemos cifras para respaldar lo expresado. El teletrabajo entró en vigor en nuestro país a partir de 2016 y hasta febrero de 2020 convocó apenas a 14.500 empleados; dicha cifra, hasta abril de 2020 y como consecuencia de la brutal pandemia subió aproximadamente a 376.000 teletrabajadores, es decir, se incrementó 25 veces y con tendencia a crecer mucho más.

Es de entender que la utilización del teletrabajo pudo darse con mayor facilidad en instituciones públicas, entidades privadas, empresas, negocios, profesionales freelance y medios de comunicación, que antes del brote del virus decidieron estar a tono con el arrollador y vertiginoso avance de la tecnología, a través de la implementación de equipos de computación, de sistemas de conexión por internet, de apertura a redes sociales, de creación de páginas web, etc. A diferencia de aquello, las instituciones que no se apertrecharon oportunamente de tecnología siguen soportando serios problemas para poder abrazar esta boya bienhechora que es el teletrabajo, sin la cual se perderían más empleos.

Más allá de todo eso, resulta incontrovertible que, a partir del despiadado golpe del coronavirus a la especie humana, el teletrabajo llegó para quedarse de largo en el mundo laboral. Como todo en la vida, aquello traerá grandes ventajas y preocupantes desventajas. Entre las ventajas identifico una menor necesidad de transportación del trabajador y consecuentemente una disminución de la contaminación ambiental, también un mayor contacto familiar y el aumento de productividad y concentración. Encuentro como desventajas la falta de contacto social directo con el prójimo y la tendencia excesiva al individualismo.

Está claro que no todas las actividades laborales pueden realizarse por teletrabajo, pero no es menos cierto que un gran número de aquellas ya lo están realizando y con ingenio y el pasar del tiempo otras también lo harán.
Aceptemos esta realidad, no hay otro camino que adaptarnos a los nuevos tiempos, pues, al fin y al cabo, lo dicho por Heráclito de Éfeso hace 2500 años sigue plenamente vigente y lleno de verdad:
“Todo fluye, todo cambia. Nada está estático, todo está en continuo movimiento porque nadie puede bañarse en la misma agua de un río dos veces”.