¡Recordar es vivir!

David Moncayo López

Hace 60 años cuando practicábamos el fútbol aficionado, todo era distinto, jugábamos con pelota de cuero y en su interior vejiga de caucho, la cancha de lastre y tierra, los árbitros escogidos de los asistentes al estadio: Sr. Salcedo “Masho”, Ing. Veintimilla “Pollo”, Ing. Ruiz “Lechuzo”, Sr. Cisneros “Conejo”, etc. Muchos llegaban al estadio hasta con corbata, los uniformes no tenían auspiciantes, solo se apreciaba el número en el dorso y la escarapela del club al que representábamos.

La tribuna era de madera con cubierta de zinc, los camerinos estaban bajo la tribuna, no se contaba con duchas y para refrescarnos nos trasladábamos a la piscina municipal, muy bien cuidada por Don Filomeno, pero no faltaba la exquisita fritada de la Carmencita Alvarado y los refrescos de Galo Ochoa que los hinchas compartían.

En los partidos no había cambios, solo jugábamos once contra once, tampoco existían las tarjetas rojas ni amarillas, ¡qué buenos tiempos! Pero llegó el fútbol profesional y todo ha cambiado desde el pensamiento de los directivos y jugadores que miran al “fútbol” como empresa: se cotiza al cuerpo técnico, se cotiza jugadores valgan o no. Se escucha narraciones de locutores improvisados y qué decir de “comentaristas” que ofertan sus productos que sirven para el pago en algunas ocasiones de jugadores, directores técnicos que nos lleva a pensar que es la mejor profesión pagada del planeta, además, nuestros estadios a excepción de algunos del país, por ejemplo, el “Reina del Cisne”, que no ofrece nuevas tecnologías y servicios de primera a los comunicadores deportivos y a los asistentes, a puertas de un gran acontecimiento como es el mundial de Brasil 2014 ya que este tiene más poder para paralizar el mundo que el mismo pontífice. Clubes que nos dan alegrías y tristezas, que mueven millones de dólares pensando que las contrataciones de jugadores y técnicos son las más acertadas, que terminan en algunos casos con un bajo rendimiento y hasta veces removiéndolo al director técnico por malos resultados.

Por eso pongo a consideración de ustedes, este humilde comentario de lo que era jugar por amor propio a la camiseta y hoy en día hacerlo por los miles de dólares, que perciben los futbolistas profesionales de nuestro país.
Sin temor a equivocarnos que el rey de los deportes es el fútbol, también acertamos que es uno de los principales negocios e inversiones; coincido en decir que, parte de dichos recursos provienen de los aficionados, que apoyan a su equipo con lealtad y que quieren ver que el dinero sea manejado honradamente y en beneficio de su oncena.

En estos días, obligados por la pandemia, me he puesto a pensar cuánto daría para retornar a tiempos pasados, que largas noches de pesadilla que estamos viviendo, pero veo el túnel y parece que asoma una luz que nos dará tranquilidad y bienestar al mundo entero. En lo relacionado a nuestro fútbol ojalá que los días pasados sea una experiencia más a fin de no volver a caer en el abismo de la época pasada, pese a recomendaciones que hicimos a corregir errores nunca se nos dio oídos, ese es el resultado, todo pasará vamos a salir con la ayuda de nosotros mismos. Es difícil el camino por recorrer, pero hay que enmendar errores. Salgamos primero de este bache pedregoso y, de ahí, sí miraremos el futuro de todos los deportes de mi querida Loja, porque estoy más que convencido que con la ayuda de todos quienes queremos el deporte van a salir abantes.

Para el comunicador deportivo ser bueno es fácil, pero ser justo es lo difícil.