Su obra maestra

Fernando Oñate Valdivieso

Si usted está leyendo estas notas, es porque está dotado con la cámara más impresionante jamás creada: sus ojos. El enfoque es maravilloso, su resolución no tiene paralelo y asombrosamente, trabaja en tiempo real. Su tamaño es muy compacto y aunque ha tratado de ser imitada, la tecnología humana no logra ni siquiera acercarse.

Si desea comunicar sus ideas, está dotado del más fascinante medio de comunicación basado en sonido. Para que usted articule una sola palabra, se requiere el trabajo coordinado de pulmones, diafragma, bronquios, tráquea, laringe, boca, paladar, lengua, dientes y labios. Poderosos músculos activan todo el proceso y el aire que respiramos es el medio para producir una voz que le permite hablar y cantar; claro, de nada serviría una voz espléndida si no pudiese ser apreciada, pues para eso estamos dotados de otro maravilloso componente: el oído.

Nuestro cuerpo tiene 639 músculos que son los responsables de todos nuestros movimientos, los que están soportados por un esqueleto flexible, perfectamente articulado. Nuestro cuerpo posee su propia red interna de transporte por la que se movilizan elementos nutritivos, metabolitos, oxígeno, dióxido de carbono, hormonas entre otros. Está cubierto por sensores que reciben estímulos internos y externos y los transmiten al cerebro y originan una respuesta consiente o refleja que en muchas ocasiones nos salva la vida. Nuestro cuerpo tiene la capacidad de sanarse, regular su temperatura, generar energía de su alimento y transmitir su herencia a las futuras generaciones, todo coordinado por la más grande y poderosa computadora jamás creada: nuestro cerebro.

Es indudable que somos obra del más grade y talentoso diseñador, fuimos hechos con el polvo de la tierra a la imagen y semejanza de Dios. Con razón el salmista cantaba: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras”; en efecto, ¿cómo no maravillarse ante tan prodigiosa obra?.

Pero nosotros somos más que el cuerpo, tenemos además un alma que engloba nuestra mente, emociones y conciencia; pero, sobre todo, tenemos un espíritu que nos permite tener una relación con el Creador.  Al nacer de nuevo, el Espíritu Santo mora en nosotros, nuestro cuerpo y alma se subordinan a Dios y nuestro alimento es su Palabra viva y eficaz. Cuando la ponemos en práctica, el Espíritu Santo nos guía hacia una vida íntegra.

Somos su obra maestra, somos cuerpo, alma y espíritu. Es por esto que, a pesar de estos tiempos, pedimos al Dios de paz que nos lleve a santificación y nos guarde irreprensibles hasta su venida.