La educación y la pandemia

Luis Pineda

Todas las personas estamos de acuerdo que, la pandemia del virus ha producido una de las mayores crisis que ha vivido la humanidad, en todos sus componentes. De manera similar, confiamos que estemos de acuerdo que uno de los ámbitos que más ha sufrido es la educación.

Partamos del hecho de que, todos somos parte del proceso educativo que vive la humanidad. Educamos y nos educamos desde: la familia, los medios de comunicación, la religiosidad, la política, la economía y un largo etc. por supuesto se normaliza la educación desde las instituciones que comprenden la escuela, colegio y universidad.
¿Cómo enfrentar la problemática educativa en estos tiempos de crisis? Yénifer López Ramos, en su artículo “La educación ha de ser una fuerza transformadora”, nos propone algunas reflexiones:

“No existe una fuerza transformadora más poderosa que la educación para promover los derechos humanos y la dignidad, erradicar la pobreza y lograr la sostenibilidad.” Esta afirmación realizada por la UNESCO en el documento “Replantear la educación: ¿Hacia un bien común mundial?” cobra mayor vigencia en el mundo de la educación hoy.

La educación mundial se ha visto sacudida por la pandemia que ha afectado al mundo por igual, el cierre de las escuelas en 168 países está afectando en este momento al 70,6% del total de alumnado mundial -pero llegó a afectar hace unos días a más del 91%. Este cierre tiene altos costes sociales y económicos, en especial para el alumnado que parte de situaciones de mayor vulnerabilidad y sus familias, ya que la pandemia nos afecta a todos, pero no a todos por igual. La brecha educativa se ha desvelado con fuerza tanto entre países como al interno de estos, y hemos podido comprobar cómo se asienta sobre una profunda brecha social.

Es urgente replantear la finalidad de la educación y la organización del aprendizaje. Gehiomara Cedeño, subdirectora nacional de Fe y Alegría Ecuador y responsable de Educación dentro de la Federación Internacional Fe y Alegría, afirma rotunda: “No estábamos preparados, ni como escuela, ni como educadores, ni como directivos, ni como sociedad”. Lo planificado, la normativa, no se adecúan para dar una respuesta a la emergencia. Por ello es necesario cambiar la agenda y las prioridades de la educación. Toca preguntarnos: ¿qué educación queremos? ¿cuál es el fin de la educación? ¿cuál es nuestro proyecto educativo?

Asimismo, necesitamos reorientar el papel de los y las gestores educativos, desde las administraciones públicas hasta el rol de las direcciones de los centros escolares. Es muy importante recuperar el papel del liderazgo frente a la burocracia, puesto que se necesita más que nunca un pensamiento estratégico en un escenario incierto y desconocido. El liderazgo educativo habrá de estar más basado en la promoción de conversaciones de sentido, en facilitar la cooperación entre distintos agentes de la comunidad (docentes, familias, alumnado, personal no docente…) y en el impulso de su participación y autonomía para que estén listos cuando haya que colaborar en emergencias inmediatas.

Quizá también es momento de que el mundo educativo tenga en cuenta en sus principios la formación de personas con filosofía “ubuntu” -palabra que proviene de las lenguas zulú y xhosa- personas “que saben que pertenecen a una gran totalidad”. De esta manera la educación será la fuerza transformadora que promueva en el mundo los derechos humanos y la dignidad de todas las personas.”