Virus mortal

Juan Luna

A escasos días de cumplir 5 meses de emergencia sanitaria, por la presencia de la COVID-19, Ecuador no logra detener el número de contagios, al momento, estamos bordeando los noventa mil contagiados, de los cuales han fallecido, según cifras oficiales, cerca de seis mil. Lo cierto es que todo el sistema de salud público ya no se da abasto y el sistema privado, ha aprovechado el dolor humano para cobrar cifras elevadísimas por atención médica.

El virus llegó los últimos días de febrero a nuestro país y desde el 16 de marzo los ecuatorianos, de toda condición social y económica, entramos en un proceso de confinamiento por seguridad y cuidado de la salud de niños, jóvenes y adultos. Este tiempo ha sido oportuno para brindar un espacio de mayor dedicación a la familia, a la lectura y sobre todo a conocernos y reconocernos en nuestra fragilidad y limitación humana.

Todos gobernantes y ciudadanos hemos puesto nuestro mejor esfuerzo y empeño por sujetarnos a la normativa y con sentido de corresponsabilidad social hemos emprendido acciones que garanticen una vida sana, saludable y digna. El aseo personal, el distanciamiento social, el uso de gel antibacterial y de la mascarilla son nuestra nueva indumentaria al salir de casa, hasta hoy, son las medidas más efectivas de prevención, seguridad y salud. Los ciudadanos de a pie, poco a poco vamos tomando conciencia de cuidarnos y apoyarnos, para en unidad de patria vencer el mal que nos acecha, crea desesperanza y nos invade de temor.

El maligno virus, declarado pandemia mundial, no es el único mal que enfrentamos los ecuatorianos. Con desazón vemos por todos los medios de comunicación convencionales y tecnológicos que nuestra patria, enfrenta males mayores que corroen e interrumpen el desarrollo y crecimiento que nos merecemos como país petrolero y que en los primeros 20 años del nuevo milenio somos testigos de la corrupción sin límites en todos los órganos representativos de la política pública y privada. Lo más indignante es que se está jugado con la salud y la vida al adquirir con sobreprecio medicinas, pruebas PCR, fundas para los cadáveres e insumos alimenticios. En todo nos han robado a todos. Quizá lo positivo de esta degradación, es que, según analistas y encuestadores, por primera vez la corrupción es una preocupación ciudadana y ello obliga a los futuros servidores públicos a elegir en el mes de febrero a tener un plan de recuperación de la ética, la moral, los valores y principios para crecer como ciudadanos responsables y honestos y lograr el desarrollo físico y equitativo de cada ecuatoriano.

Ha llegado el momento para que este Ecuador profundo, pluridiverso y pluricultural derrote al mortal COVID-19, pero, sobre todo, al mayor virus, el de la corrupción que genera subdesarrollo, desempleo y desigualdad social.