El respeto a la palabra

Paúl Maldonado

“Un corazón de incorrectas actitudes; pervierte la mente, trastorna la emoción y atrofia la voluntad de una persona”. “No hay necesidad de gritar cuando se logra la razón, y si no se la tiene, no hay razón para vociferar”, María Maldonado (2020)

La palabra es el don más grande que nuestro Creador nos ha concedido, el compromiso nuestro es no mancharla, no enturbiarla, no contaminarla. Démonos cuenta que la palabra puede quedarse fija, como una espina en tu corazón y profunda como una sombra en tu espíritu. Puede que se quede como un punto lastimado que siempre te estará molestando en tu cotidianidad como llamas apagadas por la miseria, que te va dejando sin luz. Algo que se te rompe dentro, justo en tu punto más sensible en la estimación que tenías por lo que se hace necesario que limpiemos nuestro lenguaje de ofensas, engaños, mentiras, ira, odio, chismes y groserías.

Cada palabra ha de ser limpia como el corazón de quien la emite. Hagamos que todas nuestras palabras creen a nuestro alrededor un ambiente amable, limpio, sincero, donde reine el valor de la palabra verdadera. En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto, porque el que frena su lengua protege su vida, pero la persona ligera de labios provoca su ruina. Las palabras amables son como la miel endulzan la vida y sanan el cuerpo. Procura que la palabra cobre valor para la vida y no para la muerte, es el sentido para el encuentro y no para la distancia. Deja las cosas negativas como la ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de nuestra boca.

La esperanza hace germinar la vida nueva, como la planta crece de la semilla caída sobre la tierra. Es muy grato dar la respuesta adecuada, y más grato es aún si es oportuna, porque una palabra ofensiva puede ocasionar una discordia; una palabra cruel puede destruir una vida; una palabra amarga puede crear odio; una palabra agradable puede suavizar el camino; una palabra a tiempo puede evitar un conflicto; una palabra alegre puede iluminar la existencia; una palabra sabia puede orientar al descarriado; una palabra dulce puede brindar ánimo; una palabra amorosa puede curar y bendecir. La política en el Ecuador está siendo afectada por un irreflexivo de palabras. Estamos perdiendo, precisamente, la oportunidad de comunicarnos con la certeza que nos otorga un idioma común. El lenguaje ha sido un elemento fundacional de muchas regionales en nuestro país. A lo largo de la historia, la lengua ha sido condición central en el entendimiento entre las personas-, ha sido un elemento de cohesión y de construcción de espacios con identidad. La lengua ha dado origen a un espacio cultural de una profundidad innegable.

En el mundo no existen países que compartan historia, símbolos, ideas, literatura, canciones y también esperanzas. En un mundo global el lenguaje común se convierte en un patrimonio a cuidar. En democracia, la palabra, es lo esencial. El diálogo entre opiniones diversas otorga la legitimidad a la decisión final, más aún si las razones entregadas no van impregnadas del afán de vencer, sino de convencer. Ningún demócrata puede tenerle miedo a las diferencias y al debate. La confrontación de ideas enriquece, pero el requisito para procesar nuestras diferencias es el respeto que nos debemos todos, y este respeto se expresa a través de la forma como somos capaces de dialogar. Si este respeto es determinante en la vida política del interior de una nación, con mayor razón el respeto y la práctica del diálogo cabe esperarlos entre representantes de ciudades y países diversos, cuando éstos concurren a un debate.

También está la sabiduría de saber escuchar, porque la persona debe también saber oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregirlas Ahí está la clave del desarrollo de la persona a lo largo de su historia. ¡Es hora de poner atención en el respeto a la palabra!