Uruguay, ejemplo a seguir

Santiago Armijos Valdivieso

Situado entre el colosal Brasil y la enorme Argentina, dueño de un acceso privilegiado al Océano Atlántico y habitado por 3’449.000 habitantes que ocupan 176.215 Km2 de territorio; la República Oriental del Uruguay se levanta como un gran país que se presenta como un modelo para sus convulsionados hermanos sudamericanos.

Su actual democracia, consolidada a través de ochos mandatos presidenciales: ininterrumpidos y alternados vía electoral desde el 1 de marzo de 1985 en que se inauguró la nueva democracia; ha sido la gran protagonista de su éxito y desarrollo.

A partir de esa fecha, todos los estadistas que se han sucedido en el poder: Julio María Sanguinetti Luis Alberto Lacalle, Julio María Sanguinetti (reelección), Jorge Batlle, Tabaré Vázquez, José Mujica, Tabaré Vázquez (reelección) y Luis Alberto Lacalle Pou; pese a sus diferencias ideológicas y partidistas, han sabido dar continuidad a los grandes propósitos que caracterizan las democracias maduras, responsables y progresistas del planeta, tales como el respeto al ordenamiento jurídico, la tolerancia a la libertad de expresión, la obediencia a la división de poderes, la existencia de partidos políticos serios y la alternancia respetuosa y ordenada del poder.

Todo ello, junto a una decidida actitud de los uruguayos para no volver a cometer errores de décadas anteriores: afanes colectivistas a ultranza, abusos de la oligarquía, desatención a los sectores vulnerables, falta de apertura a la inversión privada y enfrentamientos sociales, que dieron paso a terribles dictaduras y a la violencia de grupos extremistas; han permitido que Uruguay se erija como el país más destacado de Sudamérica.

Para evidenciar aquello, precisaré algunos datos señalados por el Banco Mundial en su sitio web: ‘Uruguay se destaca en América Latina por ser una sociedad igualitaria, por su alto ingreso per cápita, sus bajos niveles de desigualdad y pobreza y por la ausencia casi total de indigencia. En términos relativos, su clase media es la más grande de América, y representa más del 60% de su población. Uruguay se ubica entre los primeros lugares de la región en relación con diversas medidas de bienestar, como el Índice de Desarrollo Humano, el Índice de Oportunidad Humana y el Índice de Libertad Económica. La estabilidad de las instituciones y los bajos niveles de corrupción se reflejan en el alto grado de confianza que tienen los ciudadanos en el Gobierno. Según el Índice de Oportunidad Humana del Banco Mundial, Uruguay ha logrado alcanzar un alto nivel de igualdad de oportunidades en términos de acceso a servicios básicos tales como educación, agua potable, electricidad y saneamiento. (…) De acuerdo con la medición oficial, la pobreza moderada pasó del 32,5% en 2006 al 8,1% en 2018, mientras que la indigencia o pobreza extrema ha prácticamente desaparecido: reduciéndose del 2,5% al 0,1% durante el mismo periodo’.

Por si esto no fuera suficiente, Uruguay es uno de los países que mejor ha controlado la pandemia del Covid-19 con un índice de contagio de tan solo 1 por 100.000 habitantes y apenas 36 fallecidos; frente a un índice de contagio en Ecuador de 496 por 100.000 habitantes y aproximadamente 10.000 compatriotas fallecidos.

Siendo una nación que forma parte de los veinte países menos corruptos del mundo, la justicia uruguaya se aplica rigurosamente para darle a cada uno lo que le corresponde. Ejemplo de ello es el caso de Raúl Sandic, líder histórico de los ‘Tupamaros’; quien, en 2017, siendo Vicepresidente de la República gastó indebidamente cerca de 4.000 dólares americanos, mediante el uso de una tarjeta corporativa, lo cual, no solo le generó la pérdida de la segunda magistratura del país sino la destrucción de su promisoria carrera política.

En lo referente a la educación, los gobernantes uruguayos le han dado especial atención. Esto se ve reflejado en una población que en un 99% está alfabetizado y en el acierto que tuvo el expresidente Tabaré Vázquez, cuando, en su primer mandato, impulsó y logró implementar el Proyecto Ceibal, ideado por Massachusetts Institute of Technology, mediante el cual, a fines de 2009, dotó a los 380.000 niños de las escuelas públicas del país, de una computadora portátil con conexión gratuita a internet que les cambió su vida.

No se puede decir que Uruguay sea el paraíso terrenal, pero el aura de tolerancia democrática que lo envuelve lo sitúa en un luminoso ejemplo a seguir. Lo que digo, se confirma en lo expresado por el destacado exmandatario uruguayo, José Mujica y aceptado por todos los sectores políticos del Uruguay: ‘(…) Cargo con el deber de luchar por la tolerancia; la tolerancia se precisa para con aquellos que son distintos, y con los que tenemos diferencias y discrepamos. No se precisa la tolerancia para con quienes estanos de acuerdo. La tolerancia es el fundamento de poder convivir en paz, y entendiendo que en el mundo somos diferentes; el combate a la economía sucia, al narcotráfico, a la estafa, al fraude y a la corrupción, deberían ser los enemigos comunes’. Bien por Uruguay y por la democracia del mundo.