San Francisco de Asís

Juan Luna

Francisco de Asís (1181-1226). Según sus biógrafos, es hijo de rico mercader, Pedro Bernardone y una madre muy espiritual, Madona Pika. Sus sueños de juventud y pretensiones de su padre que se convierta en un gran comerciante y caballero. Por su jovialidad lo proclamaron “rey de la juventud” y participó en las famosas guerras de las “cruzadas” en Perusa. Se vivía ya el ocaso de la Edad Media y el surgir del Renacimiento.

Francisco poseedor de una personalidad fuerte y no conformista, dice Tomás de Celano, su primer biografo, “tenaz en el propósito, firme en la virtud, perseverante en la gracia, el mismo en todo”. En medio de sus ilusiones y deseo de triunfo en la guerra cae preso por un año en Espoleto e inicia allí un proceso de revisión y conversión (1203-1208). En el silencio de su vida resolvía sus inquietudes “Nadie me mostraba qué debía hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio”, afirmaría en su testamento 14. Luego, abandona sus sueños de caballero y públicamente devuelve las pertenencias a su padre y se cobija en la Iglesia para emprender su proyecto de vida en “obediencia, sin propio y en castidad”, aprobada sin documento alguno en 1209.

Libre de sus ataduras y deseos de gloria emprende titánica labor junto a los más pobres y excluidos de su tiempo, los leprosos, a quienes abrazó, sanó y los servía humildemente, afirmaría “lo que al principio me parecía amargo, se convirtió en dulzura”. En la convivencia y oración con los leprosos aprendió a amar la pobreza y optó radicalmente por servirlos, lo que si duda, le mereció tener sus primeros seguidores, que, casualmente fueron sus compañeros de juventud que cuestionaban a las sectas religiosas (cátaros, albijenses) y el poder eclesial que convivía con los reyes y gobernantes.

El viste un hábito como de ermitaño, “…rechaza la mesa del capellán y va a mendigar de puerta en puerta una comida que no tiene nombre (TC 22). Sus amigos y primeros seguidores Pedro y Bernardo venden sus bienes y asumen la forma de vida y salidos del mundo asumen la pobreza, minoridad y apostolado viviendo en fraternidad. La vida de Francisco que termina en 1226 fue de pobreza absoluta, “SIN PROPIO”, para él los bienes terminan dividiendo a los hermanos y califica al dinero como “el estiércol del demonio”.

El verdadero hermano menor, el pobrecillo de Asís sugiere amor, aire fresco, sencillez y humildad. Es el santo amigo de los pobres, generoso, que da todo sin reservarse nada, amante de la naturaleza, del hermano sol y de la hermana luna, del hermano lobo, imagen limpia del ideal evangélico.

Frente a esta débil humanidad manchada por ambiciones humanas e insensible ante las necesidades de cada ser humano, necesita un nuevo Francisco de Asís que nos enseñe a servir con humildad y generosidad, a vivir en minoridad y fraternidad y, finalmente a ser intrépidos para emprender la aventura de llevar el evangelio hasta los confines de la tierra.