Sencillez sin límites

Sandra Beatriz Ludeña

La medida de un hombre grande es su sencillez. Yo he conocido hombres con verdadera grandeza, pero no agrandados. Uno de ellos es tan grande, que es luz para sus seguidores, ante su puerta muchos han tocado. Por su buzón pasan libros, revistas, invitaciones, notas de agradecimiento, periódicos con artículos sobre sus obras, entre otras cosas simbólicas.

Hacia él acuden los estudiantes con sus conflictos de estudio, los trabajadores con sus derechos vulnerados, los hombres perseguidos por la injusticia, los discriminados. Pero, también van los medios de comunicación televisivos, los políticos, los galeristas, los altos funcionarios de la institución pública y de las distintas universidades.

Con ese bombardeo de interacciones ¿cómo se conserva la sencillez? Hay que tener la madurez, el carácter bien puesto y sobre todo el sentido de lo justo. A un hombre sencillo, no lo encandila el brillo de la fama, o el resplandor del adulo.

Para un hombre con genuina grandeza, cuanto más grande más próximo a la sencillez. Dentro de la casa, el teléfono suena, de mañana, tarde y noche. A José García, uno de los más notables juristas de nuestro país, se lo puede contactar por teléfono, o se lo invita a que comparta sus criterios en una conferencia. Es muy generoso en sus ideas, así lo expresa en sus libros, en sus tratados, en sus ponencias. Desde Quito, o desde cualquier parte del mundo, contesta, y se embarca en la conversación, habla de sus experiencias, comparte sus comentarios, y enseña, siempre enseña.

Yo me he parado frente a su puerta, es posible que no esté, puesto que no para, son tantos los compromisos para un hombre como él, pero, sobre todo, por su filosofía de sencillez, que no le permite negarse, que trata de ayudar, de propiciar la paz, que es el verdadero sentido de lo justo.

En las presentaciones de sus libros, en las conmemoraciones, y en los aniversarios de organizaciones gremiales, invitarlo y contar con su presencia es una situación para alegrarse, para festejar, para sentirse honrado por su sabiduría. Él dice: “vivimos en un Estado constitucional de derechos y justicia”, y él es el testimonio de esa justicia con sencillez.

La sencillez sin límites, algo que pocos lo logran, puesto que llegando a un punto donde se ha adquirido tanto saber, es posible que se nos ensanche el ego, más para el verdadero hombre sabio, es al contrario, se va aprendiendo a ser más sencillo, más comprensivo, más humano.

Somos tantos en este país lleno de convulsiones, pero pocos somos una luz para el resto, la grandeza radica en la medida que seamos capaces de hacerle el bien al mundo. La sencillez, es parte de esa grandeza, que no se opaca.