Para quienes, como yo, hemos tenido una vida con algunas adversidades difíciles de superar por completo, y nacimos en un entorno complicado a nivel político, social y cultural. Con una América Latina plagada de terribles dictaduras, que sembraban muerte, una pobreza inmensa, una deuda externa que parecía y aún parece eterna. En ese desconsolador panorama, con una tecnología muy incipiente, al menos en nuestra ciudad, en la que aparte del canal local que hacía todos los esfuerzos a su alcance para brindar una programación decente a sus escasos televidentes, había llegado recién a fines de 1974, si mi memoria no me traiciona, la señal de un canal nacional canal 10 de Guayaquil, como le decíamos. Esto, sin duda incrementó la venta de televisores en Loja, en mi casa, por fortuna, fuimos de los primeros en tener un televisor en el barrio, como luego fuimos de los últimos en contar con una computadora, parte de los altibajos de la vida, de los que nadie estamos exentos.
Les he contado todo esto, para entrar en contexto, de lo que quiero transmitir a través de este humilde comentario. Eran tiempos de mucha carencia en todo aspecto, en ese marco, tuvimos acceso a disfrutar aunque sea en diferido del mundial de Alemania 1974, en mi caso muy niño, no lo pude gozar a plenitud. Por eso solo supe que despuntó como figura de aquel magno evento, un jugador de origen holandés un tal Johan Cruyff. Después vino el mundial de Argentina 78, bajo el régimen militar de Videla, ahí brilló Mario Alberto Kempes, que fue goleador y campeón con la selección gaucha. De ese mundial ya puedo dar más razón, como muchos lojanos que lo vimos en vivo y en directo vía satélite, algunos hasta a todo color, que se había inaugurado en Argentina, pero que Ecuador ya tenía algunos años antes, gracias al boom petrolero y hombres visionarios, como don Antonio Granda Centeno, propietario del flamante canal Teleamazonas el primero a color del país. En 1979 hubo un mundial juvenil en Japón, y es ahí donde empieza a surgir un futbolista diferente a todo lo que yo había visto hasta ese entonces, aunque solo pude ver los goles de ese torneo, quedé maravillado por la técnica de aquel muchacho que era un poco mayor a mí, tanto que se me grabó su nombre, nombre, que jamás se me iba a borrar. Diego Armando Maradona, se llamaba, era latino americano, como nosotros, ya sé que habrá gente que diga que hubo un Pelé, pero la diferencia está, en que, con seguridad, poquísimos de Loja lo hayan visto, por motivos obvios. En cambio, a Diego al menos los de mi generación, lo vimos todos, y nos sentimos representados, porque acá, habíamos empezado a crecer con la equivocada convicción de que el triunfo y la gloria era destino solo para las clases altas de la sociedad. Y de pronto asoma un tipo, de barrio pobre como nosotros, y patea la puerta con una genialidad fuera de este mundo, y nos demuestra que es posible superar las expectativas que se tenían de uno al nacer, encima cada semana nos regalaba una alegría increíble, solo con verlo jugar y hacer lo que le daba la gana con el balón.
Aún recuerdo como metía todo tipo de pretexto para quedarme en la casa, cuándo un domingo por la mañana jugaba Diego en Nápoles para verlo por gamavisión. Por eso nos duele tanto su muerte este 25 de noviembre, porque sentimos que algo de nuestros mejores y alegres momentos se van con él. Los errores que como humano cometió son otra cosa, yo me limito a quedarme con el crack que fue, con la inspiración que fue para mí, y por las alegrías que me dio. Por todo eso muchas gracias Diego.