Un santo que murió en el siglo XX y sigue vigente en siglo XXI

Se inició el proceso para que Carlos de Foucauld sea elegido santo por la Iglesia Católica. Algunas personas se preguntarán ¿por qué un personaje poco conocido sea un santo respetado en América Latina? Ángel Gutiérrez Sanz, en su artículo “Beato Carlos Foucauld (El hermano universal)”, nos ilustra sobre el testimonio de un santo que es testimonio para un mundo que vive en una crisis universal.

“Estamos ante un místico contemplativo de nuestro tiempo, que nos ha traído la denominada “Espiritualidad del desierto”. Nació en Estrasburgo el 15 de septiembre de 1858 descendiente de una familia que ostentaba el título de Vizconde de Foucauld. A la edad de 6 años quedó huérfano de padre y madre.

En 1876 ingresó en la Academia de Oficiales. Es un joven de 20 años que solo piensa en vivir bien y comer mejor, por lo que le llamaban el “Gordo Foucauld”. En octubre de 1880, Carlos fue enviado a Argelia de donde salió despedido por comportamiento poco ejemplar.

Una crisis espiritual le traía fuera de sí. “Dios mío, si existes, haz que te conozca”. Esta era la oración desesperada de un alma que buscaba a Dios por todas partes y no acababa de encontrarlo. Le buscaba en la calle, le buscaba en las Iglesias, le buscaba dentro de sí; hasta que un día exactamente el 30 de octubre de 1886 se encontró con el P. Henri Huvelin y ahí comenzó a cambiar todo. Pidió ser oído en confesión y ya reconciliado con Dios, por consejo de Huvelin, emprendió de inmediato un viaje a Tierra Santa para conocer más de cerca a Jesús de Nazaret.

De Tierra Santa volvió enfervorizado, con la promesa en firme de encerrarse en los muros de un convento y vivir solo para Dios. El 15 de enero de 1890 Foucauld entra en la trapa, se hace a la vida monacal, aprende a convivir en comunidad, se siente a gusto allí, pero él piensa que puede dar aún más a nuestro Señor y por su mente pasa la idea de fundar una congregación que se ajuste a sus aspiraciones.

Carlos llega a Nazaret. Vive en una humilde cabaña y trabaja de jardinero para unas monjitas, pasando largas horas ante el sagrario. Se da cuenta que solo siendo sacerdote puede gozar del privilegio de vivir apartado teniendo solo por compañía a Jesús Sacramentado, por lo que marcha a Francia. Allí consigue ordenarse después de un año de preparación.

El 28 de octubre de 1901, Carlos llega a Béni Abbès pequeño y abandonado pueblo del Sahara argelino cerca de la frontera de Marruecos, donde es bien recibido y le construyen una casita, con una capillita y unas celdas para huéspedes.

Desde el primer día quiere ser el hermano de todos y para todos en el amor a Jesucristo. A él acuden todo tipo de gentes: peregrinos, necesitados, enfermos, esclavos. El solo no puede dar abasto, necesita otros hermanos que le ayuden, pero allí no llega nadie, el único que se acerca a visitarle es el obispo de Sahara, quien le informa de la escasez de sacerdotes en Tuaregs y Carlos se ofrece a ir allá.

La última guerra mundial llega al África. El padre del desierto y el hermano mayor de los pobres allí se queda, donde habrá de ser asesinado el 1 de diciembre de 1916”.