Navidad: un camino y una estrella

Llegó la fiesta de Navidad y es para todos, al margen de las circunstancias externas que no las podemos cambiar. Seguramente muchos nos preguntaremos: ¿En estas circunstancias, tiene sentido esforzarse en vivir la Navidad? Ella no ha sido ideada para un momento en la vida, sino para llenarnos de esperanza, aquella que nos hace falta.. Dios nos muestra al Jesús, su Hijo, en la periferia. María y José lo cuidaban con todo su amor. Es la perfección divina.

Asimismo, Dios envió a Gabriel para que anunciase el nacimiento de su Hijo a un grupo de pastores que dormían junto a su rebaño. Fue ellos a los que Dios envió a su ángel para pedirles que fueran a adorar al Niño. Fue precisamente a ellos a los que Dios escogió para transmitirles esperanza. Vivir la Navidad entre problemas y dificultades tiene mucho sentido, pues el nacimiento de Jesús supone para todos un rayo de luz. Ante esto, habrá algunos que se preguntarán, también: ¿Y qué pasa con los que no viven la Navidad y están sumidos en una situación problemática? ¿Podrán experimentar el nacimiento del Hijo de Dios? A esta pregunta responde san Pablo invitándonos a llevar una vida sobria, honrada y religiosa, En efecto, sean cuales sean nuestras circunstancias, si nos esforzamos en vivir de acuerdo al Evangelio, experimentaremos cómo Jesús nace en nuestro corazón.

Es evidente que la clave está en nuestra actitud interior y en cómo vivimos la fiesta en el seno de nuestra familia o de nuestra comunidad. Si bien es cierto, en algunos ámbitos de la sociedad se vive la Navidad de un modo descontrolado, dejándonos abrazar por el despilfarro, el lujo y el desenfreno, olvidándonos de todos nuestros problemas, la Palabra de Dios nos empuja a hacer todo lo contrario: que celebremos la Navidad con mucha alegría, y moderación, teniendo muy presentes las dificultades por las que estamos pasando y, sobre todo, pensando en los padecimientos de quienes nos rodean. Entenderemos por qué Dios nos envía un ángel para anunciarnos el nacimiento de su Hijo en el mundo, llenando nuestro corazón de esperanza. En estos días, en mi lugar de trabajo, en la frontera, bajo la mirada imponente del cerro Ahuaca, he comprendido, aún más, el calor y el color de la esperanza. He compartido con mis vecinos, eternas horas de paz, alegría, ternura. He visto a nuestro Dios, humano y cercano, sereno y comprensivo.

Llegó la Navidad, tan esperada y tan cuestionada. A partir de hoy, voy a enarbolar el emblema de mi bandera, cuyo signo y presencia es Jesús. Me ha impactado mucho la enseñanza del Papa Francisco sobre san José, su silencio dinámico, su corazón acogedor, el amor sin límites a su esposa María. Debió ser, creo yo, crítico e influyente, en la educación de la inteligencia emocional de Jesús, durante su vida entre nosotros. María, en el pesebre, guardó muchas cosas en su corazón, bajo la luz de una estrella, en Belén, y con la gloria que baja de lo alto. Paz para todos.