Luego de la vorágine, la bonanza

Una vez concluido el evento eleccionario, que constituye el más preciado de los derechos de la democracia, y que se materializa en la facultad inherente del ciudadano para expresarse en la urnas, con absoluta libertad de criterio; después de una controversial amalgama de acontecimientos originados en el Supremo Tribunal Electoral y en el Consejo Electoral Nacional, que con características tan atípicas, han acrecentado la duda y la incertidumbre de creer en estos órganos electorales, que por su origen y competencia, requieren de la más absoluta independencia política, de la más acrisolada verticalidad y honestidad de principios y cumplimiento de orden constitucional, en sus procedimientos, han dejado una estela tétrica, de inconformidad y de reproche a sus actuaciones.

A pesar de todo lo ocurrido, y de las circunstancias peligrosas que vivimos, el pueblo ecuatoriano, con la convicción de practicar con elocuente patriotismo y civismo estas jornadas democráticas, como una oportunidad preciosa para que el ciudadano exteriorice sus anhelos, se adhiera admisiblemente a sus líderes y castigue a los corruptos, antipatrias y verdugos, por cuyas razones acudió masivamente a plasmar con su acto democrático, participativo, a elegir los mandatarios que regirán los destinos sociales, políticos y económicos nacionales, de este país que se debate en la más absoluta debacle económica, con la afectación de una pandemia letal, con los más altos índices de desocupación y del empobrecimiento profundo de los estamentos sociales más vulnerables, hasta el límite de hambre, y todo ello complementado por una corrupción galopante, con una insurgente inseguridad ciudadana, amenazados por el crimen, el hurto y violencia.

Las propuestas, el programa político de los candidatos aspirantes a las diferentes dignidades, ajeno en su generalidad de propuestas valederas, de estructuras proclives a su realización; no se abordó los temas de mayor envergadura nacional; no se proyectó soluciones factibles reales y verdaderas; no se innovó las características de gobernar acorde a las modalidades de una moderna exigencia de principios y características de un mundo actual y futurista, globales y planetarias.

Sin embargo, por nuestra convicción firme, nos alienta la esperanza de redención, de aciertos en la aplicación de normas y decisiones gubernamentales; de acudir con urgencia a los parámetros de fortificación de las áreas de producción agraria, industrial y técnicas; de establecer mercados internacionales para la comercialización de nuestros auténticos productos, sin miramientos políticos, solo con base de tecnología y progresivos resultados; garantizar las inversiones internacionales en nuestro país mediante la práctica de una seguridad jurídica; el incremento de las relaciones diplomáticas con todos los diversos países del planeta, para consolidar y participar de decisiones que signifiquen nuestro empoderamiento mundial; en lo interno, crear las fuentes económicas y estructurales para proveer de ocupación, vivienda, educación y salud a la ciudadanía, procurándole una existencia de dignidad y subsistencia segura.
Precautelar la integridad de nuestros recursos naturales, evitando la exportación y comercialización indebida y congruente a ello, con celo y vehemencia cuidar la integridad y protección de la naturaleza, del medioambiente y de nuestra biodiversidad porque significa el obsequio más precioso del universo, y el patrimonio ancestral de nuestros antepasados, vigías de nuestra nacionalidad.(I)