¡Decadencia!

Se dice que las cárceles de un país, reflejan el grado de descomposición de la sociedad de ese país. Si es cierta esa teoría, con lo ocurrido el pasado 23 de febrero en el sistema penitenciario del Ecuador, nuestra sociedad está tocando fondo. Y esto no debe sorprendernos por los vergonzosos antecedentes de los que hemos sido testigos los ecuatorianos en temporadas recientes, cuándo hemos sentido aparte de una gran indignación, también una infinita impotencia, hemos visto como la impunidad campea, como desde las más altas elites de poder, descienden olas inmensas de podredumbre pestilentes y asquerosas.

Entonces no podemos asombrarnos de que el sistema carcelario se encuentre colapsado, no podemos admirarnos de que, en los penales, las únicas reglas que se respeten, sean las que ordenan y dictaminan el hampa organizada, los cárteles de la mafia del narcotráfico, por medio de sus más sanguinarios “Lideres” que someten a su voluntad incluso al Estado que no toma las medidas necesarias para cortar esos lazos inmundos que culminaron con la muerte de 80 víctimas en un solo día en cuatro centros penitenciarios de esta agobiada patria.

¿Qué podemos esperar de los jóvenes, que toman como héroes al extinto rasquiña y sus aliados? Que presumen de haber mantenido la paz en las cárceles y se dan el lujo de hacer una rueda de prensa desde el interior del penal, en un caso inaudito que en el pasado nuestros ancestros no lo permitirían nunca. La degradación de la sociedad actual es evidente con los casos de corrupción que han predominado y predominan en los gobiernos de turno que se han ido sucediendo desde el retorno a la democracia en 1978 cuando abrigábamos la esperanza de que todo cambiaría y al final lamentablemente no ocurrió así. Ahora se dan el lujo de comprar fundas de cadáveres en precios exorbitantes, de falsificar desde la asamblea carnés de discapacidad para beneficio propio, de ordenar la muerte de quién se les antoja simplemente porque no comulgan con sus malévolos ideales, de reírse de las órdenes de captura que emanan desde la fiscalía, e incluso de querer lanzarse de candidatos teniendo una orden de aprensión ejecutoriada, de amasar fortunas en paraísos fiscales; en fin, me pasaría enumerando los hechos reñidos con la ley durante todo este personal comentario.

Es evidente que todo parte de la educación, con un sistema educativo, valga la redundancia, que bordea los límites del abismo en el que ni de lejos se estimula el análisis crítico de los alumnos porque no les conviene que sean deliberantes y pensantes, sino que sigan los senderos trazados por el conformismo de un sistema que se cae a pedazos por sí solo.

En donde la célula principal de la sociedad se va debilitando por la dañina influencia, en ciertos casos, que ejerce la tecnología que es mal utilizada, quitando comunicación y compartir cosas importantes dentro de la familia; en donde los llamados influencers modernos son más escuchados que cualquier padre de familia y trazan caminos que siguen una gran cantidad de jóvenes y adultos como borregos de un rebaño sumiso, en una sociedad donde el temor a Dios se ha perdido casi por completo, en la que todo está permitido como el matrimonio igualitario, el aborto y en la que las cárceles dan la pauta de esta crisis social cuando se asesina a mansalva, en donde se filma degüellos y se muestra órganos humanos como atemorizando a los demás o como marcando terreno de forma amenazante dando un mensaje claro para ellos de que si te metes con sus clanes o bandas eso te puede pasar.

Lo último que se pierde es la esperanza de que todo cambie, de no ser así estaremos realmente perdidos. Quiero apelar a la sensibilidad de los ganadores de los recientes comicios para que intenten cambiar esta cruda realidad, sino defraudarían a sus electores nuevamente y seguiríamos cayendo en una auténtica decadencia.