Un nuevo amanecer

Confieso que, al empezar a reflexionar acerca del “amanecer”, extraigo de mi interior sentimientos encontrados. Por un lado, la alegría de vivir este tiempo pascual me ubica en una dimensión espiritual única e irrepetible.

Compartir la fiesta de Jesús, caminar como los Discípulos de Emaús, desde la sensación de un momento especial en el que el gran Profeta, que hizo el bien, pasó por su tierra con un aparente fracaso, ajusticiado e inmolado en un madero, como un criminal común y corriente. Vivir el encuentro, con el corazón que ardía, mientras compartía una relectura de la Historia de la Salvación, actualizando el “hoy” de un nuevo amanecer. Celebrando, abriendo su inteligencia emocional, para reconocerlo en una comida trascendente e inolvidable. ¡Quédate con nosotros…muere la tarde! Amanecer, en su compañía. Es el tiempo de Dios. Por el otro, inmerso como tantos, en el drama de un campo de batalla, a causa de la pandemia, y del maloliente manto de la pseudo política nuestra. Decidir, sí o, sí, por un personaje que intente devolvernos esperanza e identidad, justicia y transparencia. Misión cuasi imposible para los hombres. Para Dios es lo contrario. Sin embargo, sin hacer cálculos matemáticos, me invade la esperanza. Es el cuerpo de un amanecer nuevo, que se adapta al nuestro, que duerme, sueña, despierta, agradece. Bendice. No es muy fácil definir la esencia optimista de la calidez de un nuevo día. Sentir, luego, que la vida continúa. Que la lucha, es más que un reto o una oportunidad. Es el sí radical. Como la catequesis de Jesús a Nicodemo: “Tienes que nacer de nuevo”. Este hombre, cuya voluntad y buen corazón lo llevan a interrogarse por la razón más clara de su existencia, va al lugar preciso. Al encuentro con el Maestro auténtico. Como Moisés en el Horeb, guiado por la zarza que no se consumía. Entendió que se encontraba en el zenit de su yo. Descalzo, porque pisaba tierra sagrada. Nicodemo buscó a Jesús en la oscuridad de la noche. Tenía temor, pavor, prejuicios socio religiosos. Era fariseo. Jesús, como a nosotros, hoy, le pide definición. Evoco a Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Francisco de Asís, Agustín, Teresa de Jesús, Teresa de Calcuta. A muchos. Preferimos, en modo comercial, la noche. El derroche. Vivir en la gran vía como mendigos de felicidad. Buscando amor y paz. ¿Por qué? Después de la tormenta, en mil noches oscuras, llega sin preguntar la aurora, el esperado amanecer. Entonces, solo entonces, entenderemos cuánto perdimos y cuánto estamos ganando. Como seres humanos, contingentes, vulnerables, solidarios, queremos que nuestros días sean mejores. Como cristianos, nos jugamos la piel de la dignidad, si nos atrevemos a dar el paso más seguro: “nacer de nuevo”. Sumando todo lo dicho empiezo a evaluar y sanar. Para crecer. Para soñar despierto en un mundo real. Un mundo nuevo. De la mano de Dios, en el corazón de nuestra Madre Tierra.