Madre: elixir milagroso del alma

Por la fluidez originaria de la sabia naturaleza y los principios atonizantes de la creación, todas las madres del Universo excelsamente constituyen el germen analógico, la causa, raíz y origen de donde provienen el advenimiento de un nuevo ser, con la sublime concurrencia de las circunstancias milagrosas de la maternidad, razón real y promisoria del suceso de la procreación y perpetuación de la raza humana en un mundo milenario.

El regazo ardiente y angelical de la madre, es la evocación diáfana del amor como virtud y luz, acto perpetuo de fe que fraterniza la excelsitud mutua, encarna la comprensión revitalizando cuerpo y mente y sublimizando el verdadero amor de madre como la más casta de todas las virtudes.

Es el ser más exuberante dotado de una capacidad innata para comprender hasta lo que ignora y ver lo invisible; con una piedad que es servidumbre y una resignación que es renuncia; es el arcano de las más preciadas tradiciones del amor profundo y sublime, de la ternura tierna e inefable y la abnegación ejemplar y humilde; es el ser privilegiado dotado de una incólume cordura, de un presentimiento congénito y una percepción milagrosa capaz de dilucidar con diafanidad los arcanos más insondables.

Es la madre el devocionario de nuestras plegarias, sustancia esencial de la mente y la razón, elixir curativo de las desolaciones e incertidumbres y la piedra filosofal en la desorientación y el agnosticismo; magnánime en las decisiones, sublime en las adversidades, inteligente en las incomprensiones, pluralista en la equidad, sabia en la derrota y ecuánime en el triunfo.
Para toda esta gama de exquisiteces de sentimientos, las fuentes cristalinas de la selva virgen susurran e imitan tu voz angelical y un arco iris de mil colores circundan tu entorno soberano, proclamándote por siempre como el pararrayos de las inequidades de un mundo lujurioso.