Defender el buen corazón

Pensaba que era cuestión de actitud. Pero fui ingenua. Desde joven creía que podíamos ser agentes de cambio, y que los actos de cada hombre y mujer, pueden impactar importantemente en la vida de los próximos.

Creí que los actos de justicia, de humanismo, sembrarían tan solo buenas flores en el jardín de los días. Pero fui ingenua, no preví que siempre hay mala hierba y las crueldades también florecen, se esparcen sin control y terminan ganándole a las flores del bien. Por esas razones, creí que iban a ser menos crueles de lo que fueron. Tratar de hacer cosas por el resto de la gente, te atrae admiración, aunque no siempre esa admiración sea pura dicha, en el camino de lo social, sin duda hay simpatizantes, pero, también detractores.

Aun así, no me arrepiento. Me gusta el bien y creo que es el camino por el cual se puede alcanzar bienestar para todos. Hay que aprender a pensar en el otro, hay que aprender a sentir por el otro, hay que defender el buen corazón, hay que defender al buen ser humano. A pesar de que en el proceso, te vuelvas incómodo para los competidores, que en lo social también aparecen.

Yo fui ingenua, pensaba que solamente en lo comercial la competencia no perdona, nunca imaginé que en lo social, te borran de todas las listas, no te invitan a nada, te roban las ideas y te nieguen los créditos en tu trabajo. A pesar de todo eso, de ese silenciamiento, del bloqueo, algo, alguien, me salvó de todas las trampas.

En el camino de defender el buen corazón hay muchas tensiones, pero, a pesar de eso, los resultados de bienestar colectivo son muy gratificantes. Ahora, reconozco que cuando se inmiscuyen temas como la política, el sectarismo, los intereses individuales, no hay amigos, no hay familia, no hay nada más. Por esto, es preciso defender el buen corazón, defender al buen ser humano, es el único camino para ejercer derechos, para que haya justicia y propiciar la paz.
En ese sentido, hay que dejar de ser ingenuo, al buen ser humano se lo reconoce por la honestidad, por la corrección en sus actos. No digo que haya seres humanos perfectos, nos equivocamos, pero cuando erramos lo reconocemos, y pedimos que nos ayuden a rectificar. En mi cabeza no hay una obstinación por la perfección, pero en mi corazón siempre prevalece lo humano. Así que saber sentir, siempre es una ventaja.

En esto de sentimiento yo creo profundamente. Creo también que la academia es un espacio para debatir y buscar la verdad, y lo veo como la única vía para generar desarrollo. La búsqueda de la verdad en un espacio plural, donde haya personas que piensen distintito, la deliberación es un factor autopropulsor de la ansiada democracia. Ejercitar esa democracia es dar espacio a las personas que defiendan el buen corazón.