No asimilan la tristeza
que le dejan a su gente
que reclaman vanamente
ante Dios dichas torpezas.
El dolor de los vencidos
es tan duro y aplastante
y con furia repugnante
van al mundo de los idos.
Agobiados por las penas,
por las deudas, por los celos
mucha gente se condena
y de pronto alzan el vuelo.
No soportan la amargura
de vivir el cruel calvario,
es así que los locarios
pierden raudos la cordura.
Cuando el peso es demasiado
les sonríe hasta la muerte,
cuyo rostro acartonado
los invita a “mejor suerte”.
Hay algunos que hacen caso
a la muerte condenada
y se van entre sus brazos
con el alma destrozada.
Me refiero a los suicidas
cuya vida les “apesta”
y se toman fungicidas
que su estómago indigesta.
Otros usan una piola
y se cuelgan de un suspiro,
o se meten un buen tiro
con revólver o pistola.
No asimilan la tristeza
que le dejan a su gente
que reclaman vanamente
ante Dios dichas torpezas.
El dolor de los vencidos
es tan duro y aplastante
y con furia repugnante
van al mundo de los idos.