Desmoralización y debacle social

Hemos caído en un profundo vacío de valores que nos está llevando a oscuros callejones sin salida. La crisis de valores va encadenada con la crisis social, económica y política que trastoca todo, debilitando a esta endeble democracia, erosionando la estructura del Estado, con gobernantes sin horizonte; los conflictos sociales se triplican, la sociedad se desintegra, los problemas familiares y la pobreza aumenta, la inseguridad se agrava y la delincuencia encuentra su mejor caldo de cultivo.

Cuando en una sociedad reina el engaño, las mentiras, la incredulidad, las difamaciones, el odio, el revanchismo, la ley del más fuerte, del más audaz, del pícaro, del vividor, es cuando cobra fuerza la racionalidad económica y pragmática en detrimento de las formas de pensar, sentir y obrar. Ahí es cuando se cree que la persona vale no por lo que ES sino por lo que TIENE; que lo cuantitativo está por encima de lo cualitativo; que el ganarse el pan con el sudor de la frente, ya no tiene importancia; y, que tampoco es necesario una educación de excelencia porque el facilismo y el fraude académico es suficiente para una sociedad en decadencia. Con esa forma de pensar y actuar se echa a perder el sentido mismo de la vida, del sentimiento humano y del respeto y valoración a los demás. Cuando los valores son reemplazados por estratagemas y métodos fácticos, las personas se cosifican y los niveles de conciencia se devalúan al extremo de no poder distinguir entre la bondad y la maldad, entre lo deseable y lo indeseable, entre lo justo e injusto.

Los valores jamás pueden estar al vaivén de tendencias y caprichos y, por ello, es imperioso abrir una campaña en pro de lo que enaltece, enorgullece, da confianza, seguridad, autoestima y dignidad. Estamos perdiendo lo mejor que tiene un vivir civilizado: la verdad, la autenticidad, el respeto, el decoro, la responsabilidad, la tolerancia, la ética, la madurez espiritual y moral, la decencia en el decir y el obrar, que son bienes intangibles de un convivir armónico y enaltecedor.

Estamos viviendo una grave desmoralización Y debacle social porque la mentira le ha ganado la batalla a la verdad. Cuando se pierden los valores éticos y morales, la sociedad se arruina y cae bajo un manto negro y tenebroso donde cada cual actúa sin Dios ni ley. Se requiere, con urgencia, replantear estrategias metodológicas que posibiliten desde la familia y la escuela recuperar principios y valores, porque es en el hogar y en la escuela donde se forma al niño en valores, en las buenas costumbres y actitudes saludables. Los buenos ciudadanos nacen de buenos hogares porque es ahí donde se siembra la mejor semilla que ha de germinar los más estupendos frutos que serán el exquisito alimento para toda la sociedad.

Hay una crisis de valores cargada de violencia, con complejos de superioridad, egoísmo, indiferencia, con actitudes personalistas que nos ubica en el “sálvese quien pueda” y que el poder y el dinero lo puede todo. Hay que apostar por un mundo libre de atentados a la sociedad, donde no impere la ideología política; donde se respete a las personas, a los padres, a los mayores, a las leyes, a la autoridad y en donde los gobernantes y políticos actúen con una profunda vocación de servicio al pueblo.