El sol de los ciegos

Sandra B. Ludeña

“El sol de los ciegos”, titula la nueva obra poética del amigo Alfredo Pérez Alencart, una voz universal de un hombre peruano-español, dedicado a acercar la tibieza del sol a sus semejantes, pero ese sol no es cualquier sol, es un astro al que los ciegos no ven, mas, estremece al sentirlo.

Desde que en la tierra existe la obra de este poeta, es ciertamente, más fecunda, ardiente, y a lo mejor, menos miope. Lo afirmo, conociendo que Alfredo tiene doce libros entregados a la humanidad, doce instrumentos asombrosos, de los cuales, se deshoja la ternura y queda, siempre queda, lo que el amor es. —Este, su mayor prodigio—.

Sin duda, hacer que brille un sol en espíritu, es un arte poco común, quizá por esto, sus obras son valoradas. Una figura como él, que con su palabra poética, ha creado un idioma para admirar, con traducciones, por lo menos, a cincuenta lenguas. La humanidad se ha conmovido ante su poder y los reconocimientos lo han elevado con autoridad en el mundo poético.

A propósito de acercar su presencia a nuestra realidad, quiero comentar la obra, que traigo en mi deleite y de la cual hablo, pues, es sabiduría que al leerla no se deja de cavilar, pero, más profundo, sentir, y más intenso, interiorizar.

El sol de los ciegos, me lleva a cerrar ojos y aproximarme a la ceguera, entonces, intento conocer el sol, que no he visto jamás, mas, brilla en mi interior y su luz, se inflama con esos versos de Pérez Alencart, así sucede con “La poesía alcanza”: Digamos/que habitamos una tierra ardiente/ llamada poesía, / que también es Voz/ y es fruta viva/ y es tallo/ que a diario la gente descubre/ creciendo ante sus ojos/…

Por esta manía de ser tan sensible, no es culpa del poeta, oprimirme el alma, al leer poemas y sus versos, tales como “Campo de refugiados”: Mujeres que solo esperan/ para enterrar/sus criaturas. / Hombres enfermos/ que ya ni cuentan lo que/ han vivido/. Otra vez la gente/agolpándose en el centro/ de mi corazón, / otra vez/ la humanidad/ sin entonar su/ mea culpa/.

Y en fechas como estas, leo y releo: “Deseos”: Pujantes/ son los deseos/ cuando navegan/ hacia el amor/. Cada tarde hay naufragios/ y cada mañana/ se recogen de la playa/ los cuerpos ahogados/ de innumerables/ deseos/.
Este sol, que de pronto se hizo braza y a la vez pétalo, que me quema, pero me cautiva al leer: “Resistencia”: Día tras día/ te persiguen los feroces, / con sus gritos/ y condenaciones/. No toleran/ el perfil invicto/ de tus bolsillos vacíos/. Ahora tu voz/ les tuerce su habla/ que no toca verdad/.

Y cierro este comentario, enalteciendo al maestro de maestros en la grandiosa Universidad de Salamanca, con “Mundo aquí”: Aquí está Salamanca, arqueando/ su cuerpo, intercambiando sus letras/ inconfundibles/. Aquí está, para todos, / una casa inmensa/.