Cultura de precariedad

Sandra Beatriz Ludeña

Crear pensamiento colectivo es importante, el mundo está a un paso de cambiar, tan solo si se cambia la opinión de cada ser humano.  En tiempos difíciles, por la ansiedad y agotamiento de los individuos que no comprenden esta cultura perturbadora de precariedad laboral.

En realidad todos queremos que nos ofrezcan lo más fácil, lo más sencillo, para complacernos sin esfuerzo, porque la vida de por sí es dura.  Sin embargo, los que nos dedicamos a pensar, a escribir, sabemos que nada bueno puede venir de algo tan superficial como lo cómodo.

Es cierto que en realidad a la mayoría de la gente le aterra aquello que pueda significar un dolor, pero el pensamiento que da fruto empieza doliendo.  Sí, duele porque descubrir la realidad y pisar terreno firme es la clave.

Hay una línea muy orgánica entre la precariedad y la auto-explotación y, de este tema hay que pensar con profundidad.  La precariedad no solamente define personas en situaciones precarias, sino también pensamiento precario.

Estoy apuntando a esa precariedad que se camufla en falsas motivaciones, así: conozco cientos de emprendedoras que se dedican a pequeñísimos negocios, en los cuales, no importa el rango salarial, sino hacer lo que les gusta.  Desde ese punto de vista la vocación podría estarnos jugando una mala pasada, pues introduce en este circuito, la normalización precaria que tiende a llevarnos a aceptar de buena gana, situaciones que fácilmente podrían verse plagadas de tintes de auto-explotación.

El origen de esta estructura se encuentra justamente en el patriarcado, donde el modelo de buena mujer, no podría ser otra cosa quien se dedique al hogar y a las labores domésticas.  Este sistema provocaba la perpetuación de la mujer recluida en el hogar, aislada, enemistada de otras mujeres; con la auto-aceptación de esa cultura limitada.  Este ejemplo descubre cualquier sistema que se articule como normal, en el que se cae tarde o temprano por libre elección, aunque tal “libertad” no resulta efectiva, pues se elige esa opción, porque no existe otra alternativa.

Lo propio sucede en situaciones laborales en las que mujeres con títulos hasta de cuarto nivel,  postulan por puestos de trabajo de varios servicios, servicios generales o labores elementales, donde no queda más que llegar a la auto-explotación, dado que el sistema no puede garantizar trabajos dignos para todos.   

En tales estructuras de lo precario, la rivalidad es un factor determinante, en contextos laborales de este tipo, la competencia entre compañeros por un puesto de trabajo, alimenta una cultura de egoísmo, crueldad, desenfreno, que se ve como normal.  Ahora, con estos rasgos compartidos es más fácil reconocer la cultura de precariedad.