Leer constituye un acto de entrega y de individualismo

Campos Ortega Romero

A propósito del día mundial del libro, recordamos que fue propuesto por la Unión Internacional de Editores (UTE) y presentada por el gobierno  español a la Organización  de Naciones Unidas para la educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en 1995, se aprobó proclamar el día 23 de abril de cada año el “Día Mundial de Libro y del Derecho de Autor”.     

En la historia de la humanidad, El Renacimiento viene a resultar un periodo coyuntural de una serie de hechos, hay una sed de conocimientos y un anhelo de vinculación. Con el aparecimiento de la imprenta en Occidente pasa a la historia el viejo sistema de los monjes medievales, que con paciencia encomiable, copiaban a mano los escritos sobre los ásperos pergaminos. A partir de este instante la vida intelectual del mundo entra en una fase renovada de manera vigorosa. Herber George Wells lo define con exactitud: “Deja de ser un pequeño gotear de espíritu, para convertirse en una ola inmensa de la que participan miles de espíritus y, muy pronto, veintenas y centenares de millares”. De su parte, Koichiro Matsuura, Director general de la UNESCO, manifiesta: “Ventana abierta a la diversidad de las culturas y puente tendido entre las civilizaciones vector de valores de saberes, del sentido estético y de la imaginación, el libro es ante todo obra de la inteligencia, la creatividad”. 

Evocamos que para que exista el libro, fue necesaria la existencia de la palabra; y, con ella, los seres humanos se reunieron alrededor del fuego para contar sus sueños, sus ilusiones y su historia. La palabra vehículo de comunicación, no se creó únicamente para poder producir, para transformar la naturaleza, sino para alimentar el espíritu, lo inmaterial. Y esto lo sabían los egipcios en el siglo XIX de la dinastía Ramsida cuando escribieron: “Más útil es un libro que una estela grabada, o que un muro sólido. Sirve de templo y de pirámide. Lo conocían también, y para mal los poderosos, por ello en América la novela estuvo prohibida durante doscientos años. Cuando llegaron los conquistadores, el rey de España, en dos oportunidades, prohibió la circulación de libros de ficción en América. La circulación de la novela estaba prohibida. Tener un libro de ficción era un delito. Porque sabían muy bien, los conquistadores, que el despertar de la imaginación latinoamericana marcaría el fin de sus dominios. Por esto debe ser que la lectura  conduce a la utopía, a  la fantasía colectiva que generan, da vida  e identidad a los pueblos, les permite pensar en una realidad diferente a la de los que los dominan. Nadie que sueña puede ser por mucho tiempo esclavo.

Leer constituye un acto de entrega y de individualismo, así lo manifiesta Carlos Fuentes: “Leer una novela, constituye un acto amatorio que nos enseña a querer mejor. Y acto egoísta también, que nos enseña a tener conversaciones espléndidas con nosotros mismos”. La lectura no es sólo importante, sino indispensable para poder funcionar. Pese a las bondades, que nos brinda la lectura, la cultura de la lectura, en nuestra ciudad y provincia constituye el talón de Aquiles, en la formación y proceso de la educación de la juventud, la pregunta surge espontánea, lo señalado es por la: ¿falta de hábito, que se genera en el hogar, en la escuela, colegio, universidad? O por que el viejo maestro,  el día viernes, enviaba como castigo, a sus alumnos, presentar el día lunes, el resumen de tal o cual novela. O porque en la escuela el educador sólo ejercita destrezas de vocabulario visual, fónicos, elementos morfémicos durante semanas y meses y no presenta a los niños elementos de lectura donde ellos puedan poner en práctica  sus incipientes destrezas de reconocimiento de palabras. O por la experiencia desilusionante a la presentación de textos complejos que ofrecen demasiadas dificultades para su decodificación  o que son muy simples y carentes de interés. 

Cualquiera que sea la causa es necesario entender que la enseñanza actual implica una adecuada interacción entre padres, profesores  y estudiantes, teniendo como referencia obligada los contenidos objeto del aprendizaje y las estrategias y métodos de estudios apropiados. Y con ello incentivar la lectura que nos conduce: a más libros, menos cadenas y caminos a la libertad del pensamiento.  Así sea.