Escribo en la taquicardia de los veleros:
¿Marea baja
o —miseriacordial?
Acordes de cangrejos,
rumbean en cuevas,
moluscos de tierra,
ostras por sorber,
hilar sombreros,
amanece…
Un mar sin bañistas.
Una noche sin fiesta.
Los números juegan al bingo.
Los brazos de mar surcan arroz.
Las fábricas al borde de las huelgas.
Los vasos helados esperan la cerveza.
En la puesta de sol se oculta el invierno.
Ruge cerca del faro un beso encasquillado:
“Chaj —Chaj” el mar me pega un puntapié,
la música es la llama es el corazón cicatrizando,
mi religión es la piedra revolcada por el oleaje.