Autosuficientes

Fernando Oñate-Valdivieso

Alguien autosuficiente es aquel que se basta a sí mismo, que no necesita de los demás para satisfacer sus propias necesidades.

Actualmente, la autosuficiencia es considerada como una cualidad deseable, es abundante la literatura que pretende enseñar a las personas el camino para logar la autosuficiencia y en nuestras sociedades es apreciada aquella persona que se ha hecho a si misma, aparentemente sin ayuda, solo con su propio esfuerzo; y digo aparentemente, ya que en un mundo tan interconectado como el nuestro ¿es posible ser realmente autosuficientes?

Se habla de autosuficiencia en términos de autoestima, de confianza en si mismo, de la independencia en la toma de decisiones, de cumplir solo los deseos propios y no temer a la soledad. Estas características recuerdan a una especie de aislamiento voluntario, que no pocos investigadores consideran motivado por la desconfianza originada por experiencias previas no gratas.

La autosuficiencia nos lleva a cometer errores en diferentes áreas; por ejemplo, cuando no se busca, y en ocasiones hasta se rechaza, la ayuda para superar ciertas costumbres poco saludables como la mala alimentación, la falta de ejercicio, el consumo de alcohol, cigarrillo o cosas peores, recurriendo al conocido “lo dejo cuando yo lo quiera”, que en el mejor de los casos se hace efectivo por pocas semanas, para luego volver aún con más fuerza.

Cuando creemos que todo lo logramos en base a nuestras propias fuerzas y habilidades, olvidamos que “del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan” (Salmo 24); y que sin Jesucristo “nada podemos hacer” (Juan 15), “porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas”. Si “podemos generar muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Salmos 19), ¿podríamos hablar siquiera de autosuficiencia?

Lo correcto es reconocer humildemente la dependencia que tenemos del Todopoderoso, aquel Padre que “No permite que tu pie resbale” (Salmo 121), aquel que “fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil” (Isaías 40), aquel que promete “estar contigo siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28). Nuestra autoestima viene de saber que somos nuevas criaturas (2 Corintios 5), hijos del mas grande, y verdaderamente libres en Cristo Jesús (Juan 8). Nuestras decisiones no se toman en emociones, sino que son guiadas por su palabra y sabiduría.  Sus hijos “Confiamos en el Señor de todo corazón, y no en nuestra propia inteligencia. Lo reconocemos en todos nuestros caminos, y Él allana nuestras sendas” (Proverbios 3). Con su amor y cobertura, la autosuficiencia no es requerida.