
Galo Guerrero-Jiménez
Si queremos que nuestra comunicación sea escuchada, es decir valorada, tenemos que comunicarnos con la cabeza y con el corazón: la razón por sí sola no basta por más que la inteligencia mental funcione adecuadamente.
Una adecuada educación lingüística nos permite relacionarnos con la realidad en la medida en que uno aprende a posesionarse de la lengua para beneficio de nuestra formación personal y social. El pensamiento y las palabras son una herramienta de aprendizaje y de proyección personal muy poderosos, porque a la par que se logra una importante riqueza de vocabulario, se adquiere una firme y equilibrada correspondencia comunicativa para el cultivo de una personalidad idónea y proyectivamente realizable ante los demás.
Si la Madre Naturaleza en su gran esplendor respira siempre con enorme generosidad: creatividad, belleza y asombro, el ser humano también está apto para asumir encuentros de convivencia estética dentro de todas las manifestaciones que con pleitesía y donaire le toca asumir de manera personal y colectivamente en todas las sociedades organizadas para que primen al menos tres criterios que el escritor y académico estadounidense Harol Bloom los plantea en su condición de experto en asuntos filológicos, literarios y humanísticos: esplendor estético, fuerza intelectual y sabiduría.
Uno de los poetas y dramaturgos más destacados por la profundidad existencial de su pensamiento, Tomas, S. Eliot, retrata la vida del hombre moderno resaltando la angustia y la falta de compromiso antropológico para confirmar racional y emotivamente el sentido de la vida: “¿Dónde está la Vida que hemos perdido viviendo? / ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? / ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en información?” (En Aranguren, 2003).
La capacidad de entendimiento frente al texto solo se da cuando se comprende lo que se lee; y, en caso de que, por diversas circunstancias, no se haya logrado entender en su totalidad lo leído, se puede tratar de inferir los párrafos o ciertos enunciados que nos permitan ciertas luces de entendimiento; y, como la capacidad de inferir siempre es mayor a nuestro entendimiento, entonces es posible que el texto tenga su plena y legítima validez, no por la capacidad de entendimiento total que hayamos logrado de él, sino por la inferencia y la valoración hermenéutica y antropológico-simbólica que hayamos puesto en esa lectura. Si es así, esa experiencia lectora se convierte en arte.
La época contemporánea está constituida por una profunda crisis axiológica, antropológica y filosófico-ética, y eso, en medio de la difusión abundante de la ciencia y de la técnica, las cuales están trastocando todos los valores en remplazo de otros que supuestamente sirven para que el mundo se haya globalizado comercial, informacional y técnicamente, de manera que la sociedad se está acomodando a nuevas maneras de proceder en el ámbito familiar, laboral, social, cultural y educacional.
En cada una de las disciplinas que el ser humano ha creado para bien del desarrollo social y personal, es necesario aprender a pensar constantemente cómo se está llevando a cabo ese accionar humano, de manera que cada persona aprenda a dar de sí lo que mejor le sea posible. Y para ello existen infinidad de herramientas, como la de la educación continua a través de la lectura y de la escritura; estas dos fuentes de pensamiento son las que quizá abren infinidad de posibilidades para llevar a cabo prácticas que permitan posesionarse, aposentarse y recrearse con la suficiente solvencia axiológica en una función determinada para reafirmar nuestra naturaleza humana: apta para enfrentar la vida con el rigor y la complacencia para usar el lenguaje como la mejor forma de entendimiento comunicacional.
En los últimos años he tenido la oportunidad de asistir en representación de la UTPL como ponente, y en calidad de miembro de la Asociación de Ecuatorianistas, a los encuentros internacionales que esta entidad lleva a cabo en diferentes ciudades del país, tal como en esta ocasión, el vigésimo primer congreso internacional que se desarrolló en la ciudad de Quito, con el aval de la Universidad Andina Simón Bolívar, desde el 17 al 19 de julio de 2019.
Fue muy placentero intervenir en el “I Congreso Internacional de Investigación Lingüística”, organizado por la Escuela de Lingüística de la Facultad de Comunicación, Lingüística y Literatura de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador, llevado a cabo desde el 15 al 17 de mayo de 2019, en la ciudad de Quito.
Si el lenguaje es uno de los pilares fundamentales para la realización plena del ser humano, es porque a través del idioma aprendemos a comunicarnos, es decir a tener vida por la relación de encuentro que la lengua representa desde un consenso que la sociedad y la cultura lo generan en su diario vivir; pero, en especial, el lenguaje humano es la base para comprender el mundo, para adentrarnos en él de manera pragmática y cognoscitivamente; sin embargo, toda esta realidad comunicativa funciona desde un proceso debidamente interiorizado por el hablante, por el que escucha, el que lee o escribe una serie de enunciados que deben ser analizados desde la más plena concepción personal de su pensamiento, que es el que procesa la información para transformarla en conocimiento actuante, relacionante, reflexivo, crítico, veraz, oportuno y de intercambio discursivo (Noguera, 2010), en el que participan emisores y receptores concretos, reales, con sus experiencias singulares a la hora de dialogar, leer y/o escribir.