La canción de hielo y fuego: la odisea del IV Eje Vial

David Santiago Maldonado Peralta

En el escenario de la política ecuatoriana, donde las promesas electorales a menudo parecen más largas que las propias carreteras, el Eje Vial IV en el tramo Yangana–Valladolid–Palanda–Zumba-La Balza se erige como una epopeya moderna. Esta obra, que ha navegado por las aguas turbulentas de la corrupción y la negligencia política durante décadas, promete ser el tesoro al final del arcoíris, o al menos eso nos han prometido. Pero, ¿qué hay realmente detrás de esta maraña de asfalto y promesas incumplidas?

Desde tiempos inmemoriales, el Eje Vial IV ha sido un pilar en el discurso de campaña de políticos de todos los colores. Promesas de asfalto reluciente y conexiones transfronterizas han sido lanzadas al viento con la misma frecuencia que los besos a niños en campaña. Sin embargo, a medida que el tiempo avanza, parece que el único camino pavimentado es el de las promesas rotas y las excusas de bajeza moral, burlándose del pueblo honesto y trabajador.

El Eje Vial IV se ha convertido en un monumento a la ineficiencia gubernamental y al clientelismo político que caracteriza a nuestra querida patria. A lo largo de los años, ha sido testigo de presupuestos desviados, contratos a dedo y obras inconclusas que solo sirven como recordatorio de la falta de compromiso de nuestros “líderes” con el verdadero progreso, y que, estas artimañas deben terminar, en la construcción ciudadana del Nuevo Ecuador.

Si el Eje Vial IV fuera una novela, sería un thriller de corrupción política digno de competir con los mejores guiones de Hollywood. Cada capítulo de esta saga parece sacado de las páginas más oscuras de la historia política de nuestro país. Y mientras tanto, el pueblo sufre las consecuencias de esta danza de dragones de intereses oscuros, al estilo de la Canción de Hielo y Fuego de Juego de Tronos.

Ahora, en medio de cada elección seccional y nacional, en pleno fervor electoral que envuelve al país, el Eje Vial IV vuelve a surgir como la panacea para todos nuestros males. Se nos promete un futuro brillante, donde las carreteras son lisas como el mármol y la cooperación internacional fluye como el agua de un manantial. Pero, ¿podemos realmente confiar en estas nuevas promesas, o simplemente estamos destinados a repetir los errores del pasado una y otra vez?

Pues, el IV Eje Vial representa mucho más que una simple obra de infraestructura. Es un símbolo de la política corrupta y las promesas vacías que han plagado a nuestro país durante demasiado tiempo. Es hora de dejar de lado las palabras vacías y comenzar a pavimentar un camino real hacia un Ecuador más justo y próspero para todos, con la unión de todos los estamentos sociales para que este vil motin de campaña electoral sea la continuación del progreso de esta bella zona, del cacao y el queso, de los vestigios arqueológicos y la modernidad. Basta de abanderamientos políticos mezquinos, vamos por un Nuevo Ecuador.