Numa P. Maldonado A.
A raíz de la expedición del Primer Decreto de Excepción del presidente Noboa, que reconoce la existencia de un conflicto armado interno, de la intervención de las Fuerzas Armadas y la Policía, de la fuga de dos importantes jefes de grupos mafiosos, de la toma de rehenes por presidiarios en varias cárceles del país, del ataque al canal TC de televisión y otros atentados a la paz ciudadana para provocar el pánico, que obligaron a las fuerzas del orden a emplearse a fondo, hoy el país respira una tensa calma: se ha rescatado al numeroso grupo de rehenes (cerca de 180), la mayoría de ellos guías penitenciarios; detenido a 143 terroristas, entre estos a varios cabecillas de grupos mafiosos, y a cerca de 1500 infractores; abatido a cinco terroristas e incautado armas, municiones y explosivos… Este accionar ha recibido el masivo respaldo ciudadano, demostrado en la entrega generosa de bebidas y alimentos a nuestros soldados y policías, que estimula su valentía y patriotismo. ¡Pero cuidado con cantar victoria! Esta guerra interna es contra un enemigo muy poderoso y de tipo regional o internacional, infiltrado en nuestro país, con el beneplácito de varios gobiernos, desde décadas atrás y hoy convertido en un cáncer difícil de vencer. Un enemigo con tanto poder económico y, por lo mismo, tan seductor para captar “allegados” (entre 20.000 y 50.000 miembros de pandillas para el crimen organizado), particularmente de los estratos sociales desvalidos y sin trabajo, que caen con facilidad ante la oferta inmediatista de dinero fácil, aunque sea mal habido pero con tentadora oferta de impunidad a través de autoridades corruptas. Terrible enemigo infiltrado en las más importantes instituciones del Estado (justicia, policía, ejercito, funcionarios penitenciarios, ministerios, abogados de bolsillo y, por cierto, dirigentes políticos o narcos que han ingresado a la política para fortalecer el narcoestado en franca construcción), convirtiendo al Ecuador en “una sociedad no honesta, en el decir del expresidente Osvaldo Hurtado, porque si fuera una sociedad honesta no avanzaría el narcotráfico de la manera en que lo está haciendo ”(Vistazo, enero 2024). Una dura realidad, donde todos somos algo de culpa.
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