La euforia de Internet en contraste con la lectura de un texto

Galo Guerrero-Jiménez

Aunque, en especial, los jóvenes se sientan cómodos y felices utilizando todas las redes sociales que les sean más atrayentes porque creen que todo lo encuentran en Internet para facilitarles la vida, y aunque no les importe copiar y pegar la información sin respetar la propiedad intelectual, seguirán navegando por estos medios electrónico-electronales y virtualizados de manera ingenua y con la desfachatez intelectual que les atrae,  porque no distinguen la calidad de los materiales a los cuales acuden; pues, creen que toda la información que ahí aparece tiene el mismo valor jerárquico, es decir, irrefutable y creíble a primera vista.

Este tipo de conducta intelectual y emocional de la población joven y hasta de un buen número de profesionales que poca importancia le dan al conocimiento que se podría extraer de una información bien seleccionada que circula en Internet, desconfigura la realidad porque los impulsa, por comodidad, a creer en lo que dicen sus amigos y no lo que dicen las personas con autoridad que estudian e investigan, los académicos, los humanistas y los científicos;  y, lo más preocupante es que, desde esta nefasta realidad, no se dan cuenta que, poco a poco, “las informaciones son aditivas, no narrativas. Pueden contarse, pero no narrarse. (…) [Desde estos medios no pueden distinguir que] la existencia es cuidarse. La inteligencia artificial se halla ahora en proceso de librar de cuidados a la existencia humana, optimizando la vida y velando el futuro como fuente de preocupación, es decir, sobreponiéndose a la contingencia del futuro. El futuro calculable como presente optimizado no nos causa ninguna preocupación” (Han, 2022).

Para tratar de paliar esta enfermedad electronal por el exceso de estar en la pantalla horas de horas, tanto los padres de familia como los docentes que hayan adquirido una formación en defensa de la vida sana, o que estén enormemente preocupados por el desenlace fatal que provocan las redes sociales, deben inculcarles diálogos de reflexión para que distingan que en Internet “se ha nivelado la distinción entre lo verdadero y la falso. La información circula ahora, sin referencia alguna a la realidad, en un espacio hiperreal. (…) En contraste con la información, la verdad posee la firmeza del ser. La duración y la constancia la distinguen. La verdad es facticidad. Opone resistencia a toda modificación y manipulación” (Han, 2022) y que, por lo tanto, comprendan que  sí es posible sobrevivir sin Internet y sin aislarse del mundo desde otras ópticas para conocer y emocionarse de la auténtica realidad del mundo, acudiendo, por ejemplo, como aún se lo sigue haciendo en la escolaridad, a la información que se la encuentra en la tecnología de la imprenta, es decir, en un libro que leído con pausa y libremente elegido, que guste, siempre trae novedades auténticas para enriquecer la vida.

Pues, así como con gran entusiasmo, la juventud se mete a Internet, es posible meterse en la salud mental de un libro que atraiga, por supuesto, “leyendo, sin falsas pretensiones pedagógicas [como suele pasar con ciertos docentes o padres de familia]. Dejando libre un lugar para la experiencia de la lectura ‘inocente’, sin someterlos a indagatorias sobre la idea principal y las ideas secundarias, y construyendo esa atmósfera de intimidad en la que el diálogo es posible y a veces puede ejercerse también con gestos, con silencios o con comentarios sueltos” (Reyes, 2006) que hacen posible un adecuado proceso de ese conocimiento leído.

Como señala Han, “donde una información ahuyenta a otra, no tenemos tiempo para la verdad” (2022,) ni para pensar. Es necesario combinar la arremetida de la Red con la presencia de la rebeldía de pensar con el texto impreso. Una rebeldía, cuya realidad nos encamine a pensar axiológicamente en la firmeza del ser que narrativiza la vida en vez de informatizarla. Que no sea la búsqueda del dato deseado, sino el dinamismo de una narrativa que nos ayude a bien vivir