El hombre en busca de sentido

P. Milko René Torres Ordóñez

Transcribo el trasfondo existencial de Víctor Frankl tomado de su clásica obra que tiene como título el tema de la reflexión de hoy. La vida tiene su misterio como el hombre de ayer, de hoy y siempre.

El sentido de su vida es un permanente cuestionamiento: ¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿A dónde va? En el ámbito cristiano el ser humano encuentra la razón de su existencia en la plenitud de la revelación en Jesucristo. Hemos sido creados para la vida, no para la muerte. En Él está nuestro futuro y la felicidad que en este mundo parece imposible. San Pablo es claro cuando escribe su testamento espiritual: Porque en este mundo, en lo más radical de nosotros mismos, debemos elegir entre la nada o esa esperanza que Dios nos ofrece. La Buena Nueva, el Evangelio, nos abre el camino hacia la totalidad, la mejor opción. Dios es fiel y nunca falta a sus promesas. Si Él ha prometido la vida, debemos vivir con esa esperanza maravillosa. Jesús, tan humano como nosotros, menos en la concupiscencia, se preguntaba y recibía toda clase de preguntas, muchas de ellas cargadas de ambigüedad o de mala fe. Entre escribas, fariseos y saduceos, las diatribas eran frecuentes. Los saduceos que se caracterizaban por la negación de la vida después de la muerte, quieren ridiculizarlo. Los fariseos parecen ser un poco más coherentes con la fe en el Dios de la Alianza. Sin embargo, ellos pensaban que la vida después de la muerte sería como la de ahora. En fin, una limitada concepción de temas tan capitales. En la enseñanza de Jesús encontramos la verdadera dimensión de Dios: es Padre, bueno, justo, misericordioso, eterno. Nuestra existencia no acaba con la muerte. El Dios verdadero está junto a nosotros. Es quien nos dio la vida y quiere que la vivamos con intensidad, pero con coherencia. En efecto, hay verdades sobre las cuales debemos aprender sin pretender abarcarlas totalmente, como la resurrección, el gran misterio de nuestra identidad cristiana, un don de Dios. El cristianismo, tanto más que una religión, nos lleva a pensar en nuestros seres cercanos y valorados. Será la fe, como virtud teologal, la que debe fortalecerse, porque, hoy por hoy, es el mayor reto para la cultura, con el sueño de habitar en un mundo más humano, enteramente necesario. La resurrección es esperanza para nosotros, nos anima a sembrar vida en todo lo que hacemos. La tarea que nos queda por hacer en adelante, es volver nuestra mirada a la de Jesús. La comunión con Él abre los caminos más inhóspitos, derriba las barreras y acaba con los muros que han traído división y muerte. En cuanto modelo en todo y para todo, ha renovado el tiempo y la historia. En Él, fuente de agua viva, saciamos la sed que proviene del vacío existencial, de la desorientación y la muerte prematura. Es el gran liberador de nuestros miedos y sufrimientos. Su resurrección es la mejor evidencia que su oblación absoluta por nuestra dignidad da sentido a nuestra vida. Es urgente llenar nuestra realidad actual con nuevas acciones. Vivamos la utopía de la fe, la esperanza y el amor.