El éxito y las lecciones de Roberth

Benjamín Pinza Suárez

Imitar a un monstruo de la canción como lo fue Camilo Sesto que era un maestro de la interpretación por el manejo de distintos tipos de voces en una misma frase, con singulares vibratos, con diferentes cambios de impostación, con un color excepcional de su voz y una perfecta afinación, sintiendo a profundidad lo que interpretaba y que tenía el don de comunicar emociones a su público con sus baladas románticas, su pop y rock donde su voz superaba las tres octavas  y un registro de voz que oscilaba desde el bajo hasta el tenor y que, incluso, llegaba al tenor soprano con vibratos y desgarros, es, a no dudarlo, algo fuera de serie.

A mi criterio, llegar a imitarle a la perfección a este monstruo de la canción, es lo que más pesó en el jurado calificador y en todos los que seguimos paso a paso las presentaciones de Roberth Ordóñez en la quinta temporada de YO SOY en las pantallas chilenas, lo cual, los propios animadores de este programa lo calificaron como el mejor imitador de América. Los seguidores españoles también se sintieron orgullosos de Roberth porque lo consideran como una especie de reencarnación del ídolo español Camilo Sesto.

Debo destacar otro aspecto importante que es parte de este triunfo de Roberth, me refiero a su vocación por el arte musical que lo ha venido demostrando desde muy pequeño y que lo atestiguan sus presentaciones en los canales nacionales donde se ha podido apreciar la seguridad, el colorido de su voz, el buen manejo de los tonos y el natural sentimiento que le pone a las canciones; lo interesante es que su carrera se levanta desde bien abajo, desde un ambiente hogareño lleno de muchas necesidades y de limitaciones, cuyas barreras continúan cuando formaliza su matrimonio y tiene que buscar las maneras de cómo sostener responsablemente a su hogar realizando sus labores en una bodega; es decir, el camino se Roberth no ha sido nada fácil, le ha exigido una serie de luchas, sacrificios y penurias.

Recuerdo que cuando Roberth frisaba los catorce años de edad, una buena noche nos sorprendió en nuestro barrio Perpetuo Socorro, cuando a las 11 de la noche comenzó la serenata que le había preparado a su enamorada, que vivía al lado de mi casa. Comenzó la serenata y a todos nos llamó la atención la calidad interpretativa de este joven cantante. Salimos a ver de quien se trataba y nos sorprendió que este chico se había dado modos de improvisar en plena calle una tarima y de haber visto la forma de cómo conectar el equipo de amplificación y los micrófonos en la calle. Estas sorpresas que las tuvimos en ese entonces, también fueron las sorpresas que fue generando cada vez que se presentaba en los escenarios de Chile.

Elevar su vuelo desde un terreno de incomodidades, esfuerzos y lucha diaria, con aplomo, fortaleza, inteligencia, apostándole a los grandes sueños, a los grandes desafíos, sí que merece nuestro reconocimiento público y nuestro sonoro aplauso, más aún, cuando ha sabido construir su grandeza pisando fuertemente en los cimientos de la sencillez y la humildad, virtudes que engalanan su personalidad, su carácter, su vida y sus anhelos.

Bien por Roberth, el inmenso Roberth, el Camilo Lojano en potencia que supo obrar con serenidad, con confianza en su voz, en su talento, en su calidad interpretativa y, que, con esa fuerte autoestima, supo presentarse sin temores ni miedos ante las famosas pantallas chilenas y debatirse con magia y encanto en un escenario donde solo saben brillar los grandes entre los grandes.