Celebraciones pasan y celebraciones vienen

Juan Luna

Quilanga, 02 de mayo 2024

El calendario occidental que nos rige y regula la vida data de 1582, con el ocaso del renacimiento y el advenimiento de la modernidad, se lo conoce también como calendario Gregoriano, pues fue el papa Gregorio XIII, quien lo promulgó. Está dividido en 12 meses, 365 días, 24 horas y cada 4 años se incrementa un día en febrero, al que lo conocemos como año bisiesto.

El calendario convencional de occidente en la actualidad no impide su coexistencia con calendarios propios de las diferentes culturas, como el calendario chino o el musulmán u otro de menor dimensión y que están presentes en culturas, pueblos y nacionalidades ancestrales ya las distintas formas de pensar un año calendario, no hace, sino demostrar que existen distintas maneras de organizar culturalmente el paso del tiempo.

Los días y meses del año con el que coexistimos está organizado y programado para que los ciudadanos lo observemos y nos ajustemos a su convencionalismo, entre ellas, la gama de celebraciones y festividades que llenan cada uno de los días.

Así tenemos festividades religiosas y devocionales para los santos de la iglesia católica, para el santo protector de los pueblos, festividades sociales para celebrar el día de la madre, de la mujer, del niño, de la juventud, el día de su cumpleaños; fechas memorables de orden ambiental como el día del agua, de la tierra, fechas para realzar el trabajo y de las distintas profesiones , fechas libérrimas para acontecimientos históricos, a ello, le suman una variedad de festividades menores que animan y entretienen la cotidianidad.

Bien la existencia de un calendario que nos regula y ordena, porque su fin es la organización, el desarrollo y la convivencia armónica en la sociedad. Bien la existencia de un calendario festivo celebrativo que anima y motiva el trabajo, la vida, la familia, el cuidado por la naturaleza. Bien un calendario festivo religioso y cultural que nos conecta con la divinidad y con la historia y que nos permite conocernos y reconocernos.

Sin embargo, las celebraciones pasan y vienen. La gran mayoría desapercibidas y escondidas entre líneas, puestas allí como para no olvidarnos. Se resaltan, y hay que decirlo con claridad, aquellas que únicamente le convienen al sistema de vida dominante y a los impulsadores del calendario, que, justamente tiene su nacimiento y promulgación con el fin de la llamada edad media o del “oscurantismo” y el inicio de la revolución científica de Copérnico y Galileo Galilei.

Miremos un ejemplo de este pasar y venir de las celebraciones. El Día del Trabajo y del Trabajador que recuerda a los mártires de chicago de 1886, históricamente es la memoria de líderes y obreros sindicales asesinados, ahorcados y condenados a penas de muerte por el hecho de protestar en contra de la explotación laboral de 16 horas cuya consigna de reivindicación se resume «Ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso». Hoy, lamentablemente esta memoria de lucha, sangre y muerte consta, al menos en el calendario ecuatoriano, como feriado nacional.

Dejemos simplemente de pasar las páginas del calendario y hagamos de cada fecha un acontecimiento de memoria y de transformación. El relato histórico debe conocerse para conmovernos para hacernos mejores personas, mejores ciudadanos, mejores gobernantes.