Las vasijas de barro

En un pueblo cercano, un amable vendedor de agua cada mañana durante muchos años lleva sobre sus hombros una alforja, y a cada extremo una vasija de barro transporta. Luego un largo camino hacia el cristalino río le espera, llena ahí sus dos vasijas y regresa presuroso al pueblo donde sus sedientos clientes esperan por la cristalina agua.

Con el pasar del tiempo una de las vasijas empezó a tener muchas grietas que dejaban filtrar una importante cantidad de agua. La otra vasija que era nueva, estaba muy orgullosa de su rendimiento, no se filtraba ni una sola gota de ella, lo que provocaba que su dueño obtenga grandes ganancias por la venta del líquido que ella transportaba.

Al cabo de un tiempo, la pobre vasija agrietada se sintió inferior a su compañera. Tal fue su sentir que un día decidió hablar con su dueño y pedirle que la jubile, que se olvide ella y la convierta en una pieza de adorno, reconoció sus limitaciones y se sentido casi inservible para la tarea de transportar agua del río al pueblo. “Es mejor que compres una nueva” le dijo, debes abandonarme, “ya no sirvo”.

El vendedor agua calló y al día siguiente realizó el mismo ritual, el mismo camino con ambas vasijas. Pero este día sería diferente a mitad de camino de regreso el vendedor de agua se detuvo y les pidió a las vasijas que observen la orilla del largo camino. La vasija nueva exclamó, “es hermoso” no me había dado cuenta que la orilla del camino está llena de flores. La vasija agrietada tampoco se había percatado del camino por estar siempre preocupada de no dejar escapar el agua que llevaba.

Pues bien, mi querida vasija agrietada, dijo el vendedor, quiero que sepas, que si las orillas de la carretera son como un bello jardín, es gracias a ti, ya que eres tú quien las riegas cada día cuando regresas del río. Hace ya mucho tiempo que me di cuenta que tú dejabas filtrar agua. Entonces compré semillas de flores de toda clase y, de camino hacia el río, una mañana las sembré en la orilla de la carretera; y tú, al regresar del río, sin saberlo y sin quererlo, estuviste regando mi siembra. Y así todos los días, gracias a tus grietas, muchas semillas nacieron, los botones se abrieron, y cada vez puedo cortar unas flores, y hoy a más de ser vendedor de agua, soy vendedor de flores.

Desde aquel día la vasija dejaba escapar con alegría el agua por sus grietas.

Varias personas ponderan mucho la actividad de un grupo de personas y menosprecian otras. Vivimos en ecosistema social donde cada ser humano, cada actividad, cada profesión y oficio es importante. Quisiéramos estar llenos de emprendedores, pero si todos somos emprendedores, ¿quién da soporte administrativo, servicios, básicos, infraestructura, salud, etc.? El funcionario público es muy importante, el médico fundamental, el servidor de seguridad es primordial, y así cada uno de nosotros cumplimos un rol. La diferencia e impacto en la sociedad no la hace nuestro oficio, la hace la calidad y el entusiasmo con la que trabajamos.

No podemos ser buenos para todo, descubramos para que somos buenos, quizá lo que hoy hacemos sin saberlo tiene un impacto positivo en algo mas que no hemos visto. El mejor líder es que encuentra la actividad adecuada para el talento de cada colaborador.

“Por mirar los árboles que no nos privemos de ver el bosque”. Nuestra sociedad necesita hoy mas que nunca de empatía, tolerancia y buena energía. Pasemos de la queja a la propuesta, del odio al apoyo, pasemos del negativismo al optimismo. Aprendamos a ver desde la vereda de el frente, aprendamos a mirar con los lentes de la objetividad. Lo único absoluto es que todo es relativo.

@dflara