Pablo Richard Guzmán, nació en Chile, en 1939. En 1966 se graduó como licenciado en Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en la que fue alumno de otro de los grandes teólogos, el belga-chileno José Comblin. En 1968 obtuvo la licenciatura en Sagradas Escrituras, en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma. En 1969 y 1970 estudió Arqueología bíblica, en la Escuela Bíblica de Jerusalén. Se doctoró en Sociología de la Religión, en La Sorbona de París.
Posteriormente se radicó en Costa Rica, trabajó en el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI)], dedicado a la formación permanente de agentes de pastoral en América latina y del que fue director.
Publicaciones: Origen y desarrollo del movimiento Cristianos por el Socialismo; Cristianismo, lucha ideológica y racionalidad socialista; Cristianos por el socialismo; Muerte de las cristiandades, nacimiento de la Iglesia; Desarrollo de la teología latinoamericana; La Iglesia latino-americana entre el temor y la esperanza; Religión y política en América Central; La iglesia de los pobres en América Central; La fuerza espiritual de la iglesia de los pobres; La lucha de los dioses; Lectura popular de la Biblia en América Latina; Apocalipsis; El Movimiento de Jesús después de la Resurrección y antes de la Iglesia; 10 palabras clave sobre la Iglesia en América Latina; Fuerza ética y espiritual de la Teología de la liberación en el contexto actual de la globalización. Testimonio de Gustavo Adolfo Becerra: “Me invitó Pablo Richard al DEI hace algunos años. Se inauguraba ese día un nuevo Taller de líderes de AL y El Caribe que a la luz del evangelio, intentarían entender las opciones de las empobrecidas y empobrecidos. A la hora de la dinámica de presentación, supimos que los integrantes del Taller venían de muchos países y de lugares cuyos nombres escuchaba por primera vez. Cerca de cien personas de todas las edades, pero especialmente jóvenes estaban dispuestas durante quince días, a trabajar acerca del discernimiento comunitario. Se reconocían en Monseñor Romero, en Leonidas Proaño, en el poeta Cardenal, en Pedro Casaldáliga, en los hermanos Boff, en el Cardenal Silva Henríquez. Hablaban de ellos como de la herencia profética.
Una mujer indígena de Guatemala que era pastora evangélica, nos contó que su esposo había sido asesinado en las faenas agrícolas, por eso regaba con mayor amor sus surcos que eran camino de resurrección.
Otro era integrante de las maras salvadoreñas: explicó el sentido que tenían sus tatuajes. Había una muchacha chilena que nos contó acerca de la Iglesia popular y de su trabajo con mujeres víctimas de violencia.
Otros integrantes eran animadores parroquiales, dirigentes de grupos de promoción de derechos humanos, miembros de pueblos originarios, agentes pastorales, etc. La mayoría estaban asociados a los movimientos sociales que buscaban transformar sus propias realidades: trabajadores, estudiantes, medioambientalistas, etc. y profesaban distintos credos con un objetivo común: la liberación del pecado, de la esclavitud, y de todas las formas de opresión, la manifestación plena de la justicia, la cooperación y el amor fraterno.”