Juan Luna
Quilanga, 08 de enero 2021
La historia relata que, “Primicias de la cultura de Quito”, (1792) fue el nombre del primer periódico que nace en nuestra patria, su inspirador Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Tuvo apenas siete ediciones. Sus ideas germinan la semilla en los ya cansados ecuatorianos de la dominación, explotación y violencia del monarca español y sus secuaces en Ecuador y América.
Posteriormente, según relata Ayala Mora, desde 1972 a 1990, surgieron infinidad de periódicos, exactamente, 2381 (El Comercio 05-2011), generalmente políticos, a favor o en oposición al gobierno de turno, puedo decir, sin embargo, que, en el fondo son el reflejo de la necesidad de libertad de pensamiento y escritura.
Wilson Hallo en su obra “Síntesis histórica de la comunicación y periodismo en Ecuador”, resalta la abundante producción periodística del Ecuador entre mediados del siglo XIX y XX, “… sólo en Guayas se produjeron 712 periódicos, en Pichincha 632, en Azuay 172, en Manabí 156, en Cotopaxi 118, en Tungurahua 117”.
Lejana no está nuestra ciudad y provincia de Loja, Agustín Carrión en “Breve historia del periodismo de Loja y sus escritores”, destaca los nombres de hombres y mujeres de letras, así como la variedad de periódicos, el primero de ellos “El Rosal” (1856) y tras de él, otros que poco a poco abrieron el camino y consolidaron lo que hoy tenemos, nuestro querido DIARIO CRÓNICA y que desde hace 42 años es referente porque guarda y conserva los hechos y fenómenos relevantes de la ciudad y provincia centinela de la patria, así como a abierto su espacio a comunicadores, periodistas y escritores libre pensadores, eso sí conservando la deontología.
El libre pensamiento es la facultad innata del ser humano, política y socialmente está consagrada en la proclamación de los Derechos Humanos (1948). Sin embargo, por naturaleza propia, el ser humano está en capacidad para pensar, escribir, expresar. Su derecho connatural no es facultado por nadie, de allí que la libertad para pensar y escribir, muchas veces es objeto de cuestionamiento y censura por la estructura social y de poder afectada en sus intereses o descubierta en sus falsedades la interrumpe y la corroe.
Al plasmar en la escritura los pensamientos e ideas, producto del conocimiento, de la realidad y de las sensibilidades humanas y sociales se hace uso de una facultad de acción que es la expresión escrita y que queda grabada en la historia, de allí, la necesidad de pensar y escribir bien, con coherencia, sentido común y responsabilidad para no atentar a otros derechos humanos como la dignidad, el buen nombre.
Los filtros en la prensa convencional, que tiene que ver con la ley y la ética son bienvenidos mientras no coarten el libre pensamiento y acción de escribir. Hoy, invadidos, de tecnología y redes sociales, los libres pensadores y escritores están por doquier, pero sin observar cánones que precautelan la dignidad humana y burdamente creen que libertad de pensar y escribir es decir lo que se les viene al estómago, equivocados están porque junto a la libertad innata han perdido la responsabilidad de expresar y de escribir.