Hernán Novillo Torres, un señor con luz propia

1922… Empezaba el siglo XX y el mundo requería un urgente cambio político, social y económico. En el año 1922, afortunadamente, nacen grandes personajes para dar importantes aportes en todos los campos: tres premios Nobel de la bioquímica y la física, un revolucionario de la cirugía cardiotorácica (Christian Barnard); José  Saramago en las letras; Isaac Rabin en la geopolítica;  y muchos otros,  artistas,  genios de la música,  del cine, de la moda y el deporte.

En nuestro país, el año 1922 fue el centenario de la batalla de Pichincha, un año de nuevas y fuertes luchas debido a la gran crisis social que terminaron en hechos dolorosos como la terrible masacre de trabajadores en Guayaquil, el 15 de noviembre de 1922. La pobreza, el grito y el dolor eran cotidianos en el país, especialmente en los pueblos más pequeños; y Cariamanga lo era …

En este contexto, nace en Cariamanga Hernán Javier Novillo Torres,un lunes 27 de noviembre. Este hombre debió, entonces, vivir en la dificultad, la escasez y la limitación de oportunidades; pero con grandes sueños nadie pudo aniquilar. Luchó entonces, con esfuerzo tenaz y persistente hasta lograr, con éxito, su realización plena como persona y profesional. Y cumplidas sus metas, se encontró listo ya para ser instrumento de apoyo a su comunidad y cooperar en su transformación y desarrollo.

Si bien no fue un hombre de fama universal como los otros, es de justicia y deber de gratitud recordar su nombre y resaltar su aporte. No importa que éste se diera en un rincón escondido del sur de la patria; lo importante es que allí supo dar lo mejor de sí mismo, irradiando su quehacer hasta donde él pudo, como la luz que se esfuerza por iluminar hasta lo más lejano sin menguar su fuente. Esta luz emanada desde su corazón fue brillante, cálida, eficaz y muy visible en su tiempo, por eso ahora nosotros, sus hijos, queremos reencenderla para que a los 100 años de su nacimiento vuelva a alumbrar. Esperamos que su recuerdo, su pensamiento y sus obras no se pierdan y que su luz no palidezca en el tiempo sino más bien, a pesar de 100 años de estar encendida, siga iluminando con su ejemplo el camino de nuevos buenos hijos de esta tierra.

Hernán Novillo fue un hombre no muy alto de estatura, de tez blanca y ojos claros; de manos pequeñas pero llenas de ternura y que se volvían mágicas cuando cogía sus pinceles o su máquina de escribir. En su mirada se traslucía su alma tranquila y sin sombras y era fácil intuir lo que había adentro, descubrir sus pensamientos, escuchar las voces de su corazón y lo que cabía en cada uno de sus sueños. Un verdadero caballero que dedicó toda su vida entre su Colegio Normal Eloy Alfaro, donde fue formador de maestros y su casa, acompañado de libros, de aulas y alumnos, de colores y de pinceles, de metros y teodolitos, de amigos y vecinos, de versos, coplas y bromas. Le decían “Don Hernán”, o “Don Hernancito”, porque era muy acogedor, abierto a la amistad y al servicio, con amigos por todas partes. La mayor parte del tiempo de buen humor, amable, solidario y hasta paternal con sus alumnos, en especial con quienes venían desde lejos a estudiar.  

Tuvo un pasión muy grande: el amor por la pintura; ella fue la que lo iluminó cada día  de su vida, desde niño, cuando concursaba con pinturas ajenas, prestadas, que le facilitaban sus educadores, los hermanos lasallanos, para que hiciera pequeñas obras de arte que luego eran enviadas a Quito para ser comentadas por sus superiores colegas.

Ya adulto, se emocionaba al  momento de dibujar y pintar, emoción que compartía con Bertita Betancourt, su esposa y eterna compañera de las madrugadas, momentos en que sentía mejor el fluir de su inspiración y de su talento. Era como entrar en un retiro, era su momento espiritual, sagrado, que nadie debía interrumpir y que muchas veces se prolongaba hasta el amanecer. Lo hacía cantando o silbando la estrofa de algún bolero, que usaba como estímulo o placebo para disimular su cansancio o sueño. Es fácil intuir que en esta grata tarea era perfeccionista, persistente y muy exigente, a veces inconforme, riguroso consigo mismo, apasionado… Al final, la obra era perfecta, y solo así podía sentir el deleite, el orgullo y la complacencia de su tarea cumplida.  Y sus obras fueron muchas, algunas pocas tenemos, pero del resto perdimos el sendero de sus dueños. Pero lo más importante es que fue un señor íntegro y cabal, un hombre inolvidable, un gran caballero, un gran señor. Y como esposo y padre: no hay palabras !!!…

 Así era él…. 

Ha pasado largo tiempo y talvez para muchos, Hernán Novillo Torres es un hombre desconocido. Quizá porque desconocen que fue un gran iluminador de las mentes de jóvenes maestros y de bachilleres en el Colegio Eloy Alfaro; que también se iluminó a sí mismo, siendo un autodidacta exitoso en diversas ramas de la pintura artística y la arquitectura y que fue un oportuno gestor/colaborador del desarrollo urbano y social de Cariamanga.

Es necesario recordar que fue el inspirador y diseñador del escudo del cantón Calvas y el de otros clubes; fue él quien hizo el levantamiento y el plano topográfico de la ciudad de Cariamanga, y elaboró manualmente con una prolijidad exquisita el croquis del cantón, invirtiendo en eso mucho tiempo y esfuerzo, por cuanto los recursos tecnológicos eran inaccesibles. Esta obra fue particularmente relevante. Hizo muchas otras contribuciones a los centros educativos, a ciudadanos particulares, grupos sociales, etc.. muy  bien conocidas por la gente de su tiempo .

Coincidiendo con los 100 años de su nacimiento,  el GAD de  Cariamanga  acaba de nominar  con el nombre de “Prof. Hernán Novillo Torres” a una de las calles principales del barrio San Vicente; e igualmente cada año patrocina el Concurso de pintura “Prof. Hernán Novillo Torres” dentro del programa de festividades del cantón, reconociendo su valiosa contribución cívica con el Municipio tanto como ciudadano como por Concejal, cargo que desempeñó en algunas ocasiones. Años atrás, también le reconoció como el Mejor Ciudadano. Estos gestos de la municipalidad honran significativamente su nombre y nosotros nos sentimos orgullosos y enormemente agradecidos.

Poco a poco se fue extinguiendo como una cera ante el altar del Señor….. hasta derretirse por completo!, pero su luz no se apagó cuando falleció, en la ciudad de Loja, el 14 de enero de 2015.

Te seguimos amando y te extrañamos…. !!!