Quilanga, 31 de marzo 2023
Innegable es que nuestro país, actualmente, vive una crisis social, económica, política y de compromiso con los valores éticos y democráticos que limitan la construcción del país con soberanía en justicia y en paz.
La preocupación por la grave crisis está en todos los ciudadanos, pero, al parecer, distante de los líderes y gobernantes que se han enfrascado en peleas y componendas, la mayoría tras bastidores, a fin de preservar el statu quo y los espacios de poder repartidos y otorgados, antes que, por méritos, si por la dedocracia amenazante entre sí y cuyas consecuencias las vive el ecuatoriano común que busca trabajo, dignidad y vida.
Alimenta esta grave crisis social, política y económica y de valores los efectos de una degradación ambiental que, con la temporada invernal y los fenómenos naturales ha evidenciado graves inundaciones en la costa ecuatoriana, desastre en Alausí, el terremoto en Machala, que sumen aún más a nuestra patria consagrada al corazón de Jesús, en la pobreza, la injusticia e inequidad porque los más afectados siempre son los sectores empobrecidos y marginados.
Esta crisis, que se extiende a todos los rincones de la patria, deja a su paso violencia, dolor y muerte. Cada día no dejamos de contar un muerto en sectores populares, céntricos y de ciertos polos de desarrollo. Cada día vemos protestas de grupos políticos y organizaciones sociales, cuya mayoría de líderes muy poco piensan en el país. Acusan a la mafia y al narcotráfico de desestabilizar la democracia, pero, muy poco se hace por crear puntos de encuentro que nos lleve a ser una sociedad realmente solidaria con la humanidad y con su historia.
Vamos tocando fondo y, en lugar de avanzar, hemos retrocedido. Con desparpajo vemos el desfile de actores políticos de vieja data que poco o mucho hicieron, en su momento; con asombro y dolor vemos una nueva ola migratoria al país del norte; compatriotas desesperanzados se endeudan y aventuran a cruzar una frontera donde la mayoría no logra su objetivo y queda en el camino y tras de él una familia destrozada y acosada por las deudas a un anónimo “coyote”.
Es el momento de hacer un mea culpa como actores políticos y como ciudadanos para consensuar una vía que nos lleve a salir de la crisis. Ya no podemos seguir desangrándonos entre compatriotas. El gobernante y el ciudadano debemos encontrar el punto de equilibrio para salvaguardar los derechos que nos garantizan una vida de paz y justicia, y exigir nuestras responsabilidades. Si gobernantes y ciudadanos nos damos la mano podemos ser constructores de paz y justicia.
Los decretos de Estado de excepción y de emergencia poco ayudan, el juicio político y el juzgamiento público entre los poderes políticos constituidos no aportan al desarrollo armónico, la descalificación de obra y palabra entre ciudadanos no nos hermana y la polarización es enemiga de la integración.
Enfrentemos la crisis, pero superemos la confrontación política y social en nuestra patria. Cambiemos decididamente el rumbo. En Ecuador todos somos necesarios en la construcción social. Aprovechemos la Semana Santa para dejar de promover polarizaciones, dejemos de lastimarnos unos a otros. Levantemos la mirada y vayamos al encuentro y la reconciliación con justicia para superar la zozobra, el miedo y la incertidumbre.
Recordemos al papa Francisco: “En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia” (Fratelli Tutti 225).