La tarjeta imposible por Navidad

Por: Sandra Beatriz Ludeña Jiménez

Llega diciembre y una nube de ilusiones se aviva, desde la niñez he creído que este es un hermoso tiempo, la memoria no deja de evocar la época de avidez por caramelos o juguetes. La celebración del nacimiento del Niño Jesús siempre fue un mágico tiempo, símbolo de purificación de vida y renacimiento de esperanza.

Mas, hoy, recordar el ímpetu navideño que nos hacía gestar tarjetas de felices pascuas, resulta estremecedor. Me recuerdo buscando el mejor bolígrafo, y la especial caligrafía, escribiendo tarjetas y sobres. La frase era la más importante, después del sentimiento y, evocando renovación de buenos deseos hacia el prójimo, se imprimía un despliegue epistolar que, en tiempos actuales va desapareciendo.

Era un tiempo en que veía a mi madre hacer limpieza, desechando lo innecesario, dejando solo lo justo y verdadero; por esto, Navidad representaba una época de cierre de ciclo, tiempo de limpiar lo dañino, inicuo o malo, para dejar el ambiente más armonioso, amigable y mejorado.  No todos los días se abre espacio para la alegría de recibir al Salvador.

Evocar la Navidad del pasado es traer a mamá al presente, me quedo atrapada entre aquella mirada hermosa, ̶ la única que me vio con ojos de amor ̶   y la frase de inicio: “Feliz Navidad”. Su risa era una fuente con tibieza de hogar, una casa eterna, un corazón llenito de fuerza y ternura.  En mamá viva siempre se unieron los vértices de la vida y de los milagros. En ella había una extensión de lo imposible, que hacía posible lo más improbable y, a la vez, lo más hermoso de mi historia. Con ella, lo impalpable se convertía en certeza, por eso, su voz regresa.

Toda una vida se impregnó en esas tarjetas escritas “Para ti mamá” y esas que tú pedías, para los otros. En Navidad brillabas con la mismísima hermosura de la estrella del norte; yo te veía desde cerca, yo te veía desde lejos y me inspirabas.  Eras la frase más bella que se ha escrito en este mundo, “eras belleza”. Lo sagrado cobraba sentido, y también representabas el templo, donde encontrar al Supremo.

Pero, llega el tiempo del verdadero amor, y aunque en estas fiestas de tanto bullicio, resulta difícil encontrarse con los seres que verdaderamente amamos, un gesto de amor genuino, puedo transformarlo todo.  Solo quienes experimenten la separación física de sus seres queridos, sabrán comprender este mensaje o epístola amorosa, “para ti que ya no estás”. Con esta cumplo con tu enseñanza, con esta empiezo nuevamente, la vida renace en cada vívido recuerdo.     

Por esto, hoy que reescribo una tarjeta por Navidad para ti mamá, me doy cuenta, que antes, con tu cuerpo presente, las tarjetas no eran tan genuinas, pero hoy, ante la imposibilidad de verte, más allá del recuerdo, “La tarjeta imposible” cobra sentido. Entre tus plantas florecientes del jardín que sembraste en mi vida, solo resta decirte “Te amo mamá”.