El ejemplar legado de Pancho Huerta

Numa P. Maldonado A.

No tuve el  gusto de ser su amigo, aunque fuimos contemporáneos, pero a cambio escuché varios de sus discursos políticos y conferencias académicas. Al respecto, siempre metódico y concreto, en una de esas memorables charlas, en el antiguo Paraninfo Universitario de la  UNL, recuerdo que dijo que una alocución pública no debía durar más de una hora: 20 minutos de exposición del conferencista, para que el auditorio lo escuche con atención  y 40 minutos para responder preguntas… De viejos ancestros liberales, hijo del historiador Francisco Huerta Rendón  y sobrino de Raúl Clemente Huerta, gran líder y gloria del Partido Liberal durante la última mitad del siglo XX,  Pancho Huerta, como era conocido por sus amigos y en el argot popular,   militó desde muy joven en el liberalismo… Fue concejal de Guayaquil y  en 1970 elegido alcalde de Guayaquil,  como militante del Partido Liberal Radical, del cual más tarde se separó para fundar  el Partido Demócrata,  con alcances más progresistas. Confinado en prisión o exiliado del Ecuador por su lucha indeclinable contra las dictaduras (del quinto velasquismo y  de Guillermo Rodríguez Lara),  hasta el último día de su vida siguió participando en política, como un auténtico y excepcional político: ministro de Salud (gobierno de Hurtado), ministro de Gobierno (gobierno de Gustavo Noboa), diplomático, vicepresidente del Consejo Consultivo de la Organización Mundial de la Salud, pero especialmente periodista y comentarista político serio…

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