Existencia metódica y rutinaria de Immanuel Kant

Fredy Paredes Cuenca

La anécdota de Immanuel Kant (1724-1804) quién tenía como parte de su actividad cotidiana un recorrido en la tarde, cada día a estricta hora y camino definido que puede convertirse en una señal propia de disciplina, sino también una señal horaria para sus conciudadanos que consideraban como una señal horaria, de tal forma que cuando por una ocasión falto a su recorrido hubo una preocupación por “el paseo del filósofo” que por su apasionado interés por conocer la obra de Jean Jacques Rousseau olvidó el paseo. Considero que más que un recorrido saludable para fortalecer su salud como se lo recomendaron, era un momento de inmanente reflexión en la que fue construyendo su pensamiento.

Metódico como era tiene una etapa pre-crítica en la que la física y la metafísica tuvieron un espacio de base de lo que vendría posteriormente. De hecho, en esta etapa argumenta Kant, la razón no es una balanza imparcial porque depende argumentos livianos en los que otros por su mayor peso específico pueden hacer pensar en su mayor validez y dar un resultado no esperado.

En el espacio de uso especulativo de la razón, en donde, estaba sembrando bases de pensamiento que deben luego ser validadas por otros pensamientos en actitud dialógica y consensuada para definir la trascendencia del pensamiento producto de este proceso.

La crítica a la razón pura de Kant que marca los límites de los conocimientos en la búsqueda de trascendencia del pensamiento fue trasmitida con un domino de la naturaleza y valor moral de la vida humana quién llevaba entretenidas clases a decir de Hender, pupilo que además, menciona haber tenido mucha suerte de haberlo tenido como profesor de quién se refiere como un gran filósofo al que lo considera como un genuino maestro de la humanidad.

La crítica de la razón práctica lo lleva a fundamentar la necesidad de la moral que es una tendencia propia de personas con profundas reflexiones con necesidad de analizar en forma personal y manifestar su pensamiento. El resultado de estos enfoques lo llevan hacia una tercera manera de análisis, la crítica del juicio, en la que pretende unificar en forma de generación de un juicio en el que se abstiene del conocimiento del objeto y su complacencia es sin interés alguno, porque para que el juicio sea puro ninguna empírica complacencia  debe mezclarse en el fundamento y determinación del pensamiento.

La precrítica nos lleva a pensar que si estamos en situación de riesgo en actos tan simples como viajar en transporte aéreo simplemente confiamos en el piloto a quién no conocemos ni su nombre, ni de sus capacidades y destrezas de maniobrar la nave. Más aún cuando estamos en inminente riesgo de enfermar a causa de un virus presente en nuestro entorno debemos confiar en las medidas y prendas de protección desarrolladas después de décadas de estudio y comprobación de su efectividad, mientras se desarrolla una cura y vacunas que nos mejore nuestra inmunidad.

Todo lo que nos puede ayudar debe estar acompañado de autocontrol en el que debemos hacernos cargo de nosotros mismos sin importar la edad y hacernos autorresponsables del uso de protección porque cuando vemos una segunda oleada ya no en camino sino con las primeras manifestaciones de que está ocurriendo, me pregunto si la falsa seguridad se apoderó de la población mundial. En forma sorprendente parecería que dejamos de entender que aún lo disponible como insumos, medicación o vacunas que puedan permitirnos una defensa adecuada ante tan devastador virus es inexistente. Acaso necesitamos una disciplina kantiana en la que hagamos recorridos exclusivos y por tiempo definido, no es acaso un deber moral el cuidado personal y con él, como resultado un cuidado comunitario. El juicio de valor o el juicio como pensamiento producto de la reflexión profunda propia de seres críticos, analíticos nos debe llevar al camino de la disciplina personal de autocontrol y mesura.