Sabiduría en tiempo de crisis

P. Milko René Torres Ordóñez

Las crisis nos recuerdan que todos somos frágiles y susceptibles a enfermarnos e incluso morir repentinamente. En general, los seres humanos hacemos planes para el futuro, pensando que tenemos el control de nuestra vida, pero basta un pequeño virus, un microorganismo que no podemos ni ver, para alterar completamente nuestras rutinas y destruir nuestros planes.

Este es el argumento interesante de William John-Lewis, Coordinador zonal de las Antillas y el Caribe, de la Federación Bíblica Católica. Tiene mucha actualidad. Nuestra vida, con alguna frecuencia, se mueve en la dinámica del péndulo, al menos en la imagen clásica de los relojes caseros. De un extremo a otro, vivimos la pandemia. Esperamos el punto de equilibrio. La sabiduría para aprender a esperar. Suponemos que el efecto mortal terminó. Nos cuesta reconocer que el inquilino sigue vivo, acechando a quien eliminar. Nuestra vida, desde hace unos meses, no es la misma. En el futuro, tampoco será igual. Las enfermedades y crisis no hacen diferencia entre personas y afectan a todos por igual. Los seres humanos tratan de marcar diferencias económicas, sociales o culturales, pero el COVID-19 nos recuerda que todos podemos enfermarnos y que todos estamos interconectados y nos necesitamos unos a otros. No importa en qué país vivamos, qué edad tengamos o a qué nos dediquemos, todos somos importantes y necesarios en este mundo. Solamente podemos detener la propagación del virus con la colaboración de todos. La vida no tiene precio. No importan las consecuencias económicas que una catástrofe como la que enfrentamos traiga. Debemos luchar por cuidar la vida de los demás. No importa el tamaño de los problemas. Dios es la única fuente de verdadera seguridad. Confiemos en Él. En este tiempo, nuestro genuino amor por los demás es luz en un mundo oscurecido por los problemas. Este amor tiene como ejemplo máximo el amor que Jesús nos entregó. Quizá, una acción que puede parecer sencilla, pero es fundamental en estos momentos, es mantener nuestra cercanía con los demás, tanto para cuidarnos, como para valorarnos. Nuestra misión es el bien común. Necesitamos hacer lo impensable para proteger el bienestar de los demás. La palabra genera vida y muerte. Un mensaje sin argumento sólido es una bala perdida. Puede acabar con la dignidad y la vida de un ser humano. Aprendamos a escuchar, discernir y actuar. Esta crisis mundial evidencia la enorme desigualdad social y económica de todos los países, que se siente con más claridad en los pueblos en vías de desarrollo. Tristemente son los pobres los que tendrán el mayor impacto de esta pandemia mundial y todos tenemos la responsabilidad de ayudar a los más necesitados y luchar por reconstruir un mundo en donde haya más justicia y equidad. Nuestra fe en Cristo nos sostiene. Nuestro amor por Dios y por los demás nos define. La esperanza nos alienta a seguir adelante en medio de las dificultades. Gracias William.