“El conocimiento, la investigación, el desarrollo, la innovación, la práctica, la vinculación, la experiencia y la capacitación permanente y firme son principios claves de calidad, de pertinencia y de sostenibilidad de universidades, empresas y sobre todo de las sociedades.” LOJAN Daniela Alejandra (2021).
El conocimiento y la conciencia, son el motor del desarrollo, ya que constituye la base de las estructuras productivas y es el determinante de la competitividad de los países. Para ello se requiere de un eficaz vínculo entre el mundo educativo y el productivo, que fomente en las instituciones educativas la formación de los técnicos y profesionales que demanda el mercado laboral, y que impulse en las empresas la inversión en investigación y desarrollo como una actividad estratégica para incorporar el conocimiento y el progreso científico a todos los procesos productivos y de servicio. La vinculación no debe formar parte de una política particular sino de una política global. En esta medida, la vinculación educación-empresa-sociedad debe ser entendida como un punto medular en el proyecto de Estado de cualquier sociedad, ya que contribuye al aprovechamiento del potencial de creación de empleo, atenuando la situación que presenta la población con educación de tercer nivel, en especial los jóvenes, al ofrecerles mejores condiciones para un tránsito adecuado entre el mundo académico y el mundo laboral, y el acceso a empleos de calidad que impulsen el desarrollo de sus habilidades y la generación de nuevo conocimiento. En este trinomio necesario: las instituciones educativas y las empresas; se hace presente un elemento que juega un papel importante en esta relación: el gobierno, ya que entre ellos pueden hablar un mismo idioma; así como regular y normar las vías de cooperación con la finalidad de dar seguimiento a convenios y aportar beneficios mutuos, en la medida en que todos los agentes del desarrollo interactúen y compartan la visión de un país competitivo.
La universidad del siglo XXI debe saber que la única manera de afrontar los retos y las oportunidades de insertarse en un mercado local, regional, nacional y mundial, es a partir de la construcción de alianzas estratégicas, eficientes y confiables con la empresa y, por ende, con la sociedad. La relación academia-empresa-sociedad debe entenderse y compararla como natural, cosustancial, de interdependencia mutua y de corresponsabilidad social, porque los desafíos de la competitividad para las empresas y la academia del mundo de hoy, no se hacen esperar. Las dinámicas y las urgencias de cambio en los sistemas de producción, de información, en los tiempos, procesos y movimientos de la empresa obligan a la capacitación constante y de calidad, a la actualización oportuna e inmediata y especializada de los colaboradores de una empresa en todos sus niveles, porque las empresas públicas y privadas, deben siempre contar con destinación de recursos suficientes, con programas, planes y estrategias permanentes de capacitación de su personal, y no sólo en las funciones propias de su labor, sino, especialmente en programas de educación continuada que provean al colaborador de los elementos fundamentales para el desarrollo de sus habilidades y técnicas, de sus competencias ciudadanas y sociales, y de las orientaciones éticas y sociales para promover un desarrollo integral y ciudadano.
La capacitación técnica especializada es de mucha valía en el desarrollo de competencias específicas, disciplinares o laborales y, es casi urgente lograr componentes de formación socialmente responsable con ética y comprometida con la sociedad, las empresas y la casa común. Los principios básicos y distintivos de la Educación es lograr la formación de alto nivel, técnicamente especializada, disciplinalmente competente y éticamente orientada al logro de sus objetivos. Desde aquí, se comprende y asume que una amplia oferta en educación continuada se centre, especialmente, en la capacitación de un nuevo recurso que es, sin duda, el baluarte principal de una empresa, que asume la necesidad de actualizarse permanentemente en la operación especializada o designada. La educación continuada debe superar la vieja idea de “entrenar” a los empleados de una empresa que trabajan “bajo presión” a formar colaboradores y líderes activos y dinámicos que construyan y mejoren los procesos de las empresas, expresando alegría, mística, empoderamiento y compromiso no sólo con la empresa donde laboran, sino que se asuman ellos mismos como actores fundamentales y ciudadanos responsables en la construcción de un nuevo país y de una nueva sociedad. Los términos “investigación”, “desarrollo”, “innovación”, “competitividad” no luchan para nada con una capacitación especializada en lo técnico y orientada a la responsabilidad laboral y social de un país.