El evangelio de la mujer

Durante mis años de formación de cara a recibir el sacramento del Orden Sacerdotal, en el Seminario Mayor “San José”, Quito, llegó a mis manos un libro, cuyo contenido intentaba responder a una de las visiones de la teología de los años ochenta. Su autor, Alessandro Pronzato escribió: “Los evangelios molestos”. Una obra compleja en su lectura y en su expresión.

En estos días hemos celebrado el día internacional de la mujer. Una fecha clásica, enmarcada en la justa costumbre de reconocer a ella su lugar, presencia e influencia en la sociedad actual. La palabra “evangelio”, desde sus raíces griegas, nos lleva a vivir en el mundo de una “buena noticia”. Cabe recordar que, en otros contextos, griegos y romanos, este término era utilizado frecuentemente, en ámbitos diferentes a la religión. Para los cristianos, el concepto de “buena noticia”, nos lleva a unirnos a Jesús. Los estudiosos de la Sagrada Escritura atribuyen a san Marcos la apropiación de esta palabra para su actualización en el mundo del Nuevo Testamento. Una inspiración divina y de trascendencia en nuestra vida y misión. La Biblia, de modo especial, en el libro del Génesis, en el Antiguo Testamento, habla de la mujer. Su enseñanza está bien direccionada. La mujer, creada por Dios, con amor y libertad, representa muchas realidades: compañera de Adán, en la gracia y el pecado, madre de Caín y Abel. Con ella, nos introducimos en los orígenes del hombre y su realidad. La mujer, es quien pisará la cabeza de la serpiente. De esta manera nace el llamado Protoevangelio, o primer evangelio, anuncio de la lucha entre el bien y el mal. Las páginas del Antiguo Testamento nos narran la presencia y la acción de muchas mujeres, valiosas, valientes, determinantes en la Historia de la Salvación: Miriam, Judith, Esther, Ruth, para nombrar unas pocas. En el mundo del Nuevo Testamento, el Evangelio, Jesús de Nazaret, abre las puertas a la mujer, ubicándolas en el lugar correcto. María, esposa de José, madre de Jesús, con un afirmación tan sencilla y enérgica cambia la historia. Es Jesús quien viene. Seguramente, ella alimentó en Jesús su visión de la vida. Seguramente, fortaleció la inteligencia emocional de su hijo. Compartió la riqueza de las costumbres de su pueblo, amó la Tanak, biblia hebraica, aprendió a hablar con frontalidad. Menciono a María Magdalena y quienes acompañaron en la misión de Jesús, en la cruz y en la resurreción. Pablo se dejó ayudar de muchas mujeres. La Iglesia es misionera por excelencia. La mujer evangeliza de todas las formas posibles las realidades que le rodean. Por toda esta consideración, la mujer transmite buenas noticias. En la visión de Pronzato, su evangelio molesto, la mujer encuentra una razón para expresar su inseguridad ante la poca valoración acerca de su rol en la sociedad. Jesús es buena noticia para la mujer de ayer, hoy y siempre. Es testimonio de la resurrección.