Inamovibles

Las zonas costeras están cubiertas de ellas, a pesar de lo hostil del terreno en el que crecen, ellas prosperan y son parte de todo paraíso tropical. En zonas húmedas proliferan, y aún en zonas secas es posible encontrarlas. Su belleza es apreciada y estamos dispuestos a esperar años para verlas florecer. Naturalmente, me estoy refiriendo a las palmas o palmeras.

El Salmo 92 nos dice que “El justo florecerá como la palmera; plantados en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios florecerán y aun en la vejez fructificarán, estarán vigorosos y verdes”

Es muy interesante observar como la escritura compara a los justos con una palmera.

A diferencia de los árboles, las palmeras son flexibles, lo que les permite resistir de mejor manera el embate del viento y esta cualidad hace que ellas sobrevivan a los más feroces huracanes. La palmera, siempre recta, se eleva sobre el suelo y cuando alcanza su madurez, florece. De igual manera el que pone en práctica las enseñanzas de Jesucristo, resistirá cualquier tempestad y su fruto abundará cuando la madurez en Cristo sea alcanzada.

Es muy difícil extraer una palmera del suelo.  Sus raíces se profundizan hasta encontrar agua cimentándola con firmeza; de igual manera, el que se acerca a Cristo y fundamenta su vida sobre Él, será perdonado, restaurado, será verdaderamente libre y al igual que las palmeras, será inamovible, no podrá ser derribado y aún en la vejez tendrán abundante fruto, permaneciendo vigorosos y fuertes.

Hoy mucho juega en nuestra contra, la economía ha sido golpeada, el trabajo digno se ha reducido, el desarrollo local se ve restringido por la permanente crisis en que vivimos, muchos han perdido seres queridos a causa de la pandemia y hasta se debaten leyes que van en contra de la vida. Sin duda estamos atravesando un gran desierto, pero la buena notica es que aún en medio de ese desierto es posible crecer y fructificar. El profeta Jeremías le decía al pueblo de Israel “Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto”. El secreto está en nuestra confianza en el Señor, en nuestra fe, en creerle a Dios. Solo así nunca dejaremos de dar fruto y permaneceremos inamovibles.