Abando sempiterno

Las distancias azuladas

Se separan de sus formas

Escapando a toda norma

En la noche aletargada.

Simplemente en madrugada

A los ojos de los vientos

Por caminos polvorientos

Se sumergen en la nada.

Pechos yertos y vacíos

Con el polvo en sus ojeras,

Se presentan lastimeras

Jugueteando con los ríos.

El cansancio en el estío

Duerme plácido en un huerto

De esqueletos rotos, muertos

Reclamando lo que es mío.

Esa paz de las praderas

Con el fuego en sus entrañas,

Son las formas más extrañas

De siluetas lastimeras.

Viaja el sol a las quimeras

Con su luz a medio vuelo,

Incendiando todo el cielo

Agitando sus banderas.

Paz insomne y delirante

Sin respiro sincopado

Marca el fin del caminante

De sollozos derrotados.

Esos ojos apagados

Se bifurcan por la senda

Donde todo es cruel ofrenda

Para el hombre mutilado.

Paz cansina y oprobiosa,

Sin la huella fulgurante

Del eterno navegante,

De la espina y de la rosa.

Mueca simple, escandalosa,

Dibujando una montaña

Donde el eco es una hazaña,

donde el agua es melodiosa.

Verdes siglos a la espera

De la mano ultraterrena,

De la fécula y la vena

De la inmensa y laxa esfera.

Suerte negra, traicionera,

Coqueteas al destino

Del cansado peregrino

Que alimenta sus quimeras.