Un año electoral

Benjamín Pinza Suárez

El 2022 es un año electoral y se requiere con urgencia la presencia de buenos administradores de la cosa pública que, con elevado civismo, se entreguen al servicio de sus pueblos. Urge la necesidad de elegir  responsablemente a quienes tengan que asumir la tarea de administrar con eficiencia y pulcritud las instituciones públicas. Que no se imponga el falso engaño, la salida fácil de culpar a los demás cuando el puesto les queda grande y con ello, pasarse de agache sin hacer nada, defraudando a sus mandantes y castrando el sentido de las urgencias.

Los buenos políticos son capaces de adentrarse en el alma de los pueblos ofertando productos altamente cualificados que garanticen la confianza colectiva y, en unidad de acción, trabajar juntos por el logro de sus mejores aspiraciones. La mejor carta de presentación para quienes aspiran llegar a las entidades seccionales es contar con un buen Plan de Acción concebido con visión estratégica y de largo alcance que trace la ruta por la que tengan que continuar quienes les sucedan en el accionar municipal y en el gobierno provincial, lo cual permitiría el ahorro de recursos económicos, financieros y humanos y, lo que es más importante, se evitaría que el candidato ganador, de forma grosera e improvisada, aplique el “borra y va de nuevo” caotizando la  administración, abandonando las obras construidas o por terminarse e imponiendo criterios fuera de toda lógica de planificación, ordenamiento y organización.

Quienes aspiren a ocupar estas dignidades deben ser líderes que estén a la altura de los tiempos con formación histórica, antropológica, geopolítica; con formación en planificación estratégica, manejo de proyectos, de presupuestos y en gestión de recursos financieros y, sobre todo, con formación cultural, porque no hay transformación sin cultura, porque la cultura es la guardiana de nuestra identidad, la escuela de nuestro comportamiento y el mejor viaducto para poder llegar, entender y sentir a los demás.

Hay alcaldes de municipios pequeños y presidentes de Juntas Parroquiales que pese a contar con presupuestos muy pobres, han sabido con iniciativa, pulcritud y capacidad de gestión, atender las demandas de sus comunidades. Loja requiere de políticos que ubiquen su pensamiento en la línea de los desafíos más audaces, que estén dispuestos a correr los peores riesgos que los otros los evaden y que sean enemigos del cómodo sillón porque su acción no está en las cuatro paredes, sino en esa cercanía con la gente. El buen político no hace de la política su modus vivendi, no corrompe a las instituciones, no busca jamás vivir de ella o de aparecer sólo en tiempos de campaña, peor hacer de la política un escarnio público. El buen político mueve con el ejemplo a la colectividad y sabe actuar  como persona y con las personas promoviendo valores para una convivencia racional y civilizada; se esfuerza, no vegeta; trabaja bien y está consciente que su fuerza radica en el auténtico servicio a su pueblo que lo eligió.