Econ. José Luis Romero Capa
Andrés Oppenheimer en su libro “Basta de Historias” menciona que en una de sus giras por el mundo, intentando descubrir ¿cuál era el éxito de los países que encabezan el ranking de las pruebas PISA? (Programme for International Student Assessment), citó un ejemplo en una conferencia, mencionó que por cada dólar que la industria del café vendía en los Estados Unidos, apenas el 3 por ciento iba al caficultor sea de Colombia, Brasil, Ecuador, Costa Rica, El Salvador u otros países de Latinoamérica, el 97 por ciento restante iba al bolsillo de quienes hacen la ingeniería genética del café, el procesamiento, branding, mercadeo, publicidad entre otras tareas de la economía del conocimiento. Terminada la conferencia un señor desde la primera fila se acercó y le dijo: “Estas equivocado, el porcentaje que queda para el caficultor es más cercano al 1 por ciento”, este señor era uno de los principales caficultores de El Salvador.
Compilando algunos conceptos, se puede decir que la educación es la actividad humana destinada a desarrollar capacidad intelectual, moral y afectiva de las personas, motivando su creatividad de acuerdo con la cultura y las normas básicas de convivencia de la sociedad a la que pertenecen, no obstante la evidencia indica que se ha cubierto parcialmente la parte intelectual con métodos educativos que permiten aprender matemáticas, química, historia etc. ¿Pero qué hay de lo moral, lo afectivo y la creatividad?, estos tópicos inherentes a la educación o no se abordan o se lo hace de manera muy escueta. Por ejemplo, existen conceptos como el de la inteligencia emocional, referente al proceso de construcción de las relaciones sociales mediante habilidades aprendidas de forma espontánea en el trascurso de la vida, estas habilidades pueden ser empatía, autocontrol, manejo de emociones entre otras que le permiten compartir en asociación con otras personas, ya que el ser humano ha sido gregario desde los inicios de la civilización, que muy rara vez se discuten en los procesos educativos tradicionales.
La pandemia de COVID-19 aceleró la aparición de nuevas tecnologías, que están dejando avances importantes en el ámbito productivo y tecnológico, nos enseñó que la presencialidad no es esencial para generar modelos de negocios en cualquier parte del planeta, que la presencialidad no es necesaria para estudiar y aprender, que no hace falta una biblioteca física puesto que ahora estamos a un clic de toda una red de información como internet.
Este tipo de innovaciones tecnologías, deberían complementarse con educación en inteligencia emocional y otros tópicos que fomenten la creatividad y sobre todo la ética. Solo con educación integral garantizaremos procesos de formación holísticos y nos aseguramos también de que las nuevas generaciones de latinoamericanos dentro de sus procesos productivos ofrezcan al mundo bienes y servicios que estén dentro del 97 por ciento del valor final de los productos y no solo nos conformemos con el 3 o hasta el 1 por ciento de lo que se consume en los países denominados “desarrollados”.