Lucha y vigencia del ideario de Martin Luther King

Campos Ortega Romero

Las ideas de equidad y justicia social soñadas por Martin Luther King que fue un incansable luchador contra el racismo y a favor de los derechos humanos de las minorías, en Estados Unidos, fue una de las figuras más influyentes del siglo pasado, ganador del premio Nobel de la Paz, por su labor en  pro de los derechos civiles, dejó un importante legado, cuyos principios mantienen vivos a millones de personas en el mundo, suenan más lejanas en Estados Unidos a los 54 años después de su asesinato de un 4 de abril de 1968, en Memphis, Tennessee, estado al que viajó para apoyar a los trabajadores negros del departamento de recolección de basura, quienes se encontraban  en huelga.

La Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln, en 1863, fue el punto de partida de un proceso que ha durado más de un siglo. Hubo que esperar al 17 de mayo de 1954 para que la Corte Suprema de EE.UU. declarara inconstitucional la segregación racial en las escuelas, y tuvieron que pasar casi 10 años más para que la Ley de Derechos Civiles fuera una realidad. Martin Luther King lideró el movimiento social que demandaba la igualdad real de todos los ciudadanos establecida en la Constitución. Y si hoy el racismo sigue siendo una lacra social, nada tiene que ver con las desigualdades e injusticias que inspiraron su lucha, inmortalizada en su ‘Carta desde una cárcel de Birmingham’ o en el histórico discurso ‘Yo tengo un sueño’, un siglo después de la Emancipación.

En 1964 el premio Nobel de la Paz elogiaba la figura de Martin Luther King Jr. como -la primera persona del mundo occidental que ha demostrado que una batalla puede ser ganada sin violencia, la primera en haber hecho de su mensaje de amor fraternal una realidad a lo largo de esa lucha, y la que ha llevado ese mensaje a todos los hombres, a todas las naciones y a todas las razas-. Su lucha le costó la cárcel. Y la vida.

En su discurso, “Yo tengo un sueño” señalaba: “No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido umbral que lleva al palacio de la justicia: en el proceso de ganar nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos erróneos. No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma. Esta nueva militancia maravillosa que ha abrazado a la comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los blancos, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su presencia aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está atado al nuestro. Se han dado cuenta de que su libertad está ligada inextricablemente a nuestra libertad. No podemos caminar solos. Y a medida que caminemos, debemos hacernos la promesa de marchar siempre hacia el frente. No podemos volver atrás”.

 Recordamos una de las sentencias  del hombre que ofrendo su vida por días mejores para los afroamericanos: “La obscuridad no puede sacarnos de la obscuridad. Solo la luz puede hacerlo. El odio  no puede sacarnos del odio. Solo el amor puede hacerlo”. Así sea.