Por: Ruy Fernando Hidalgo Montaño
Según estadísticas totalmente confiables, casi un setenta por ciento de la población del Ecuador vive en condiciones de pobreza, un alto porcentaje en extrema pobreza, teniendo que sobrevivir con un dólar diario, o con menos, algunos compatriotas deben escarbar entre la basura, para buscar el sustento a sus necesidades. Una amiga me dijo, en un artículo anterior, hablaste de la sonrisa ¿Por qué no hablas de la otra cara de la moneda? O sea de la tristeza, y aquí me tienen en el intento de complacerla.
Hay muchas razones que pueden motivar la tristeza que sería interminable hacer una lista, la tristeza tiene amigas íntimas como la soledad, la angustia, la desesperanza, la decepción, la ausencia temporal o definitiva de seres muy amados por nosotros, que nos lo arrebató la distancia o la muerte. La tristeza ronda las cárceles, se cuela por lo muros de los hospitales, es residente permanente de las morgues, se encarga de ensombrecer los domingos de los visitantes de los camposantos, también siempre sorprende a los huérfanos cada segundo domingo de mayo haciéndoles notar con más agudeza que no tienen la madre que los demás festejan.
A veces, la tristeza se disfraza de desengaño, ingratitud, camina por los senderos del hambre, tienta al ser humano a despreciar y renegar de ese regalo que Dios nos dio plasmado en la vida. Sí señores, la tristeza tiene mil caras, mil disfraces ha sido compañera asidua del hombre desde tiempos inmemorables, está en las favelas de Río de Janeiro en Brasil, o está en los suburbios de Guayaquil, la podemos encontrar en todos los barrios pobres del orbe.
Se deleita con las guerras, va segura con las traiciones, es fiel a los amores no correspondidos, es inseparable de los suicidas, se aferra a las desilusiones, tiene nexos con la frustración, se fusiona con la amargura, convive con la nostalgia, evoca penas, por eso hasta cierto punto comprendo porque entre nuestra gente, tiene tanta acogida géneros musicales como el pasillo, con el que se sienten identificados muchos pobladores del país, quienes se ven interpretados por la música triste y desencadenan toda su impotencia ante las cotidianas penalidades que tienen que encarar, y es que somos un pueblo sufrido que ha tenido que morder el polvo de las falsas promesas de sus gobernantes, que se aprovecharon de su ingenuidad y lo azotaron con el látigo doloroso de la pobreza.
Somos un pueblo rebelde que tiene represada esa rebeldía y que solo Dios sabe que pasará cuando la misma se desborde, y salga por las calles y plazas a protestar por tanta indolencia, y desidia, un pueblo que se encuentra sumido en la tristeza de no saber a ciencia cierta que rumbo tiene que tomar mientras por las ciudades del país, la pobreza continúa caminando con la desolación, el desencanto y la tristeza. En esta época muy cercana a la Navidad es inevitable que la tristeza haga acto de presencia en muchos hogares pobres del país cuyos miembros deberán conformarse con ver detrás de las vidrieras, los regalos que nunca podrán llevar a los suyos, mientras tanto el mundo sigue andando con marcadas diferencias notables entre la riqueza y la alegría de unos, y la pobreza y tristeza de otros.